Dios bueno y misericordioso, lleva a Tu Pueblo a la luz de la santidad, para que sea confirmado en la Fe y en el Amor por medio de los sacrificios propios de la Cuaresma.
Iniciamos la Cuaresma. Desde el miércoles de Ceniza hasta el Jueves Santo, excluyendo la misa de la Cena del Señor, podemos contar 43 días de sacrificio y ayuno. Pero, de estos 43 días, debemos excluir los Domingos I-V de Cuaresma y el Domingo de Ramos, porque son los días del Señor: “¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes mientras el esposo está con ellos?” (Mt. 9, 15a). Esto nos deja sólo 37 días de sacrificios y ayuno. Considerando que el año tiene cerca de 365 días, 37 días serían la décima parte. Con los ayunos y sacrificios de la Cuaresma estamos ofreciendo el diezmo del año a Dios.
Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta de su mala conducta y viva (cf. Ez. 18, 23). Por ello es que Jesucristo fue llevado al desierto por el Espíritu (cf. Mt. 4, 1-11): así podemos aprender que los que tienen el Espíritu de Dios son y serán tentados fuertemente, que las tentaciones son maneras para profundizar en nuestra Fe y fortalecernos en Dios, y que es posible pasar de las tentaciones y no caer en ellas. El primer hábito cuaresmal de cristiano altamente entregado a Dios es conocer a Cristo y vivir como Él.
En la oración colecta que hicimos el primero Domingo de Cuaresma en la Santa Eucaristía pedimos a Dios que nos concediera “avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en su plenitud”, pero ¿qué es el Misterio de Cristo? ¿Cómo podemos inteligirlo o, mejor, entenderlo? ¿Cómo podemos vivir a Cristo? Este es el paso fundamental de la Fe Cristiana, y justamente en la Cuaresma lo pedimos como Iglesia a Dios: conocer a Cristo y vivir como Él.
Nos hemos dejado meter en nuestros pobres corazones que Dios es bueno según nuestro concepto de bondad, y, por tanto, las pruebas y las tentaciones no pueden provenir de Su Misericordia, sino que hay una tensión fuerte entre Dios y el diablo. No olvidemos, hermanos, que el diablo no es oponente alguno contra Dios, porque Éste es el Creador y aquél es creatura. La enemistad verdadera ocurre entre Satanás y los hijos de Dios, de manera especial entre Satanás y Eva, la Nueva Eva (cf. Gén. 3, 15). La Bondad de Dios va más allá de nuestras mentes, hasta el punto que propició por el Espíritu Santo que Su Hijo Jesucristo fuera tentado por el demonio en el desierto. ¿Cómo no permitirá las tentaciones en nosotros?
El reto para esta Cuaresma es, primero, conocer a Cristo, entender que las tentaciones en nuestros desiertos se vencen con las obras de misericordia (como dice el Evangelio de ayer), aprendiendo a orar (como dice el Evangelio de hoy), comprendiendo los signos de los tiempos (como dice el de mañana), confiando en la Providencia de Dios (como dice el del jueves), reconciliándote con el que te tiene enemistad (como dice el del viernes). Sólo así podemos ser perfecto (como atestigua el Evangelio del sábado). Si conocemos a Cristo y vivimos como Él, las tentaciones no serán más que pruebas para que Dios se glorifique en nosotros.
¿Te animas a conocer a Cristo y a vivir como Él? Entrégate por completo a Cristo.