Amado Señor nuestro, enséñanos a vivir como Cristo, que fue capaz de amar tanto a sus hermanos que decidió morir por ellos y así les alcanzó la vida eterna.
Cada semana de Cuaresma nos invita a vivir como Cristo. La oración colecta del Domingo pasado nos decía: “Te rogamos, Señor Dios nuestro, que tu gracia nos ayude, para que vivamos siempre aquel mismo amor que movió a tu Hijo a entregarse a la muerte por la salvación del mundo” (V Domingo de Cuaresma, Ciclo A). Éste sería el quinto hábito de la cuaresma bien vivida: morir con Cristo para que otros puedas conocerlo y amarlo.
Todos entendemos el mensaje, todos conocemos lo que hay que hacer, Todos entendemos el mensaje, todos conocemos lo que hay que hacer, pero ¿cuántos lo hacemos vida? El libro de Números nos dice que Dios le pidió a Moisés hacer una serpiente venenosa o abrasadora para que quedaran sanos los que la vieran (cf. Nm. 21, 8). No dice una serpiente inofensiva, sino una que envenena. En este sentido, también san Pablo afirma que “a aquel que no conoció el pecado, Dios lo hizo pecado en favor nuestro” (cf. 2 Co. 5, 21a). Es decir, Jesucristo se hizo lo mismo que nos dañaba para poder redimirnos.

Esto es un buen ejercicio espiritual: ¿cuáles cosas son las que nos hacen caer, y cuáles son las maneras que tenemos para asumirlas y permitir que Cristo las redima? Sabemos perfectamente que hay que morir, pero ¿estamos muriendo? Morir es negarse, es decir que no a mis costumbres, pasiones, hábitos, mañas… Morir es olvidarme de lo que yo digo que me hacer ser “yo mismo” para empezar a ser “yo” para el otro. Ya no es una relación “tú y yo” la que existe con los demás, sino una relación “nosotros”.
Nuestro Señor Jesucristo nos habla con Su Vida de esta entrega total. No es olvidar lo humano, ni andar andrajoso y descuidado; es que, dentro de los gustos personales, las necesidades de los demás primen. Un cristiano no debe tener gustos por encima de las necesidades de los que le rodean. Mientras haya necesidades habrá que morir como Cristo. Habrá que llorar con los que lloran, reír con los que ríen, cansarse con los que se cansan, enseñar a los que necesitan aprender.
Que nuestra Cuaresma sea una que nos invite a morir, porque sólo se resucita si se muere. Sólo se redime lo que es asumido. Sólo se es verdaderamente feliz cuando se renuncia a las falsas felicidades.