Dios Todopoderoso y Misericordioso, que has mostrado Tu Amor a toda la humanidad con la Resurrección de Tu Hijo, haz que seamos ejemplo de vida para los que nos rodean para que, por la intercesión de san Bernardino de Siena, podamos todos alcanzar juntos la alegría de la Resurrección.
El Domingo decidió el sacerdote en la misa pronunciar la plegaria eucarística Vb del Misal Romano, y la aclaraba mientras avanzaba. Tiene oraciones preciosísimas que, si las atendiésemos, nuestra vida pudiera ser más testimonio de lo que es. Sólo quisiera que reflexionemos hoy sobre dos partes de esa plegaria, para que nos sirva como parámetro para ver si los demás encuentran consuelo en nuestro ejemplo.
“Danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana, inspíranos el gesto y la palabra oportuna frente al hermano solo y desamparado, ayúdanos a mostrarnos disponibles ante quien se siente explotado y deprimido” dice una de sus partes. Cuando alguien es entrañable o lo que se experimenta es entrañable hace referencia a las entrañas, al útero, a las vísceras. Esa sensación que tenemos cuando alguien amado está con nosotros, esas “maripositas” o ese “frío” es el flujo sanguíneo redireccionándose por el amado. Esto es lo que pide la Iglesia a Dios: que tengamos entrañas de misericordia ante la miseria humana.
La miseria humana es todo lo que hace que seamos todo lo contrario al amor, es decir, la pobreza mental, la pobreza espiritual, la pobreza moral, la pobreza material. Todo lo que hace que haya divisiones es allí donde debemos tener un corazón identificado con esa miseria. Así serán oportunos nuestros gestos y nuestras palabras. Así no habrá quienes demos lo que tenemos o lo que nos sobra, sino que nos daremos a nosotros mismos, demos aquello que no es nuestro sino de los demás: nuestra propia vida.
El que está o se siente solo o desamparado necesita descubrir que está acompañado, y que siempre Jesús será su amigo, pero lo será a través de nosotros. Por ello, la disponibilidad para los demás es un sacramento en este mundo, es decir, es una marca indeleble e inconfundible de que Dios está actuando en la humanidad y que la solidaridad es muestra de ese Amor. Esto funciona no porque sea una ONG, o porque sea un optimismo, sino porque es intrínseco de la persona humana, porque Dios nos ha hecho así.
La esperanza es intrínseca de nuestro ser. Fuimos hechos para trascender, y para ello hay que tener una esperanza. La Esperanza es, pues, ese don, esa virtud, esa capacidad que tenemos de acercarnos a Dios de manera natural. Por ello dice otra parte de la plegaria: “que tu Iglesia, Señor, sea un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando”. Como yo soy Iglesia, y tú eres Iglesia, tú y yo debemos ser un “nosotros”, para que los otros pasen a ser con nosotros la esperanza para más personas.
Cristo es nuestra Esperanza. Por ello es que la Esperanza nos une los unos a los otros. Y es lo mismo que hace el Amor, que es Dios: unir. Unidos podemos hacer que los demás encuentren lo que necesitan en lo más profundo de sus ser para ser auténticamente felices. ¿Qué esperas? Sé esperanza para los demás.