Que cuánto me amas, te pregunto cada vez que tengo dudas,

y Tú me respondes siempre con la misma alegría y dulzura:

—“Te amo desde el infinito a la eternidad, y contigo quiero siempre estar”.

Y siento que muero y que vivo, y de mí brota de amor un caudal.

—“¿Puede haber siempre dulzura en lo que de Ti conozco?

¿Puedo ver con tranquilidad y amor siempre Tu Rostro?”.

Y esbozas una sonrisa… ¿o lo habré podido malinterpretar?

Y me respondes: —“Te amo desde el infinito hasta la eternidad”.

—“¿Cómo puedo entender si lo malo que paso es cosa tuya?”.

En esta vida, en este mundo, nada parece lo que es, cosa alguna.

Recuerdo que tu mirada y tu caricia son las únicas cosas seguras,

pero no la veo y no la siento. ¿Acaso ando en penumbra?

El cielo parece siempre nublado, y ando con asma espiritual:

no respiro tu Amor igual que antes, no se siente igual tu Paz.

Y me das una respuesta extraña, y no entiendo lo que quieres expresar,

desde dentro y desde fuera escucho: “Yo contigo quiero estar”.

—“¿Es que acaso no me entiendes? ¿No ves que ando confundido?

¿Cómo puedo intentar verte si siempre andas escondido?

Tus Palabras son las mismas: persevera, ánimo, estoy contigo.

Pero en verdad no las entiendo; háblame mejor como un amigo”.

Un amigo siempre te ama, y está pendiente de tu bienestar y crecimiento,

y, aunque se ausente por un tiempo, siempre compensa con amor.

Deberías ser amigo como yo… ¡Espera! ¿Deberías ser amigo como yo?

Creo que soy yo quien no sabe ser amigo; lo mío es sólo sentimiento.

—“¿Puedes mi altanería, mi egoísmo, mi impertinencia perdonar?

Entiendo que no te entiendo, y que sólo te quiero manipular”.

Pero Tú, con esa sonrisa que te caracteriza, a mi corazón empiezas a hablar:

—“Te amo desde el infinito a la eternidad, y contigo quiero siempre estar”.