Que Jesucristo sea nuestro modelo, que podamos transfigurarnos con Él y en Él, y que sepamos ser verdaderos motivos de salvación para todos los que nos rodean, empezando por los bautizados. Buena semana para todos.
¡Cuántos cristianos hay que creen que sólo con orar están haciendo su parte en la construcción del Reino de Dios! ¡Cuántos creen que ser creyentes es ir a misa, orar de noche, asistir a su comunidad! “También en la vida económica y social la dignidad de la persona humana y su vocación integral, lo mismo que el bien de la sociedad entera, se han de respetar y promover, ya que el hombre, autor de toda la vida económica y social, es su centro y su fin” (GS 63). ¿Qué compromisos tenemos con los que nos rodean? Reflexionemos con la Constitución Pastoral Gaudium et Spes en este sentido.

Hemos prostituido nuestra manera de ver al mundo: “toda su vida [la de los hombres], personal y social, aparece como impregnada por un espíritu economista” (ibíd.). Al parecer hemos olvidado quién es el creador de la economía: el ser humano mismo. La finalidad de la economía no es el incremento de los productos ni el lucro ni el poder —aunque sí tengamos modelos que quieran imponernos estos principios deshumanizantes—, sino el servicio del hombre (cf. GS 64). ¿Por qué ha sucedido que el “tener” es el norte de la mayoría de nosotros? Porque hemos dejado que los que tienen malos principios se empoderen de la economía.
Es un derecho y un deber nuestro contribuir, según nuestras posibilidades, al auténtico de la comunidad a la que pertenecemos (cf. GS 65). Sin embargo, al soltar esto, hemos permitido que las personas que nos rodean sean maltratadas y hemos hasta consentido el maltrato laboral como parte normal de trabajar. Los inmigrantes se ven como mano de obra, los campesinos se ven como iletrados, la técnica se ve como sustituta del ser humano (cf. GS 66) y hemos deshumanizado lo que los humanos creamos para el bien de todos.
Lo esencial de todo lo económico y social es el trabajo humano, ya el trabajo es un verdadero servicio de caridad (cf. GS 67). El trabajo es lo que hace que el ser humano sea útil, digno, valorado. Pero hasta eso lo hemos corrompido, porque sólo el que puede trabajar vale. Ya hemos eliminado los descansos, y la jornada laboral la continuamos en nuestras casas. El ser humano se somete a deterioros físicos por el placer de tener. Por ello se hace necesario que todos los que laboren en alguna empresa participen de ella y de la organización general de la economía (cf. GS 68), sea por asociaciones, sea de manera personal.
No olvidemos que los bienes son de todos (cf. GS 69) y que por ello los judíos celebraban el año jubilar (cf. Lv. 25, 1-17), para no olvidar que somos sólo administradores de los bienes para los demás. Es por esto que las inversiones de los países deben llevarse a cabo para suplir las necesidades urgentes de los mismos y no para suplir necesidades superfluas de unos pocos (cf. GS 70). Nunca la propiedad privada debe abusar del bien común (cf. GS 71).
Convénzanse los cristianos de que, al tomar parte activa en el movimiento económico y social de su tiempo y luchar por una mayor justicia y caridad, pueden hacer mucho por el bienestar de la humanidad y la salvación del mundo” (GS 72). ¿Todavía estás sentado leyendo y pensando en cómo ayudarás a Jesucristo a salvar al mundo? ¿Prefieres ir a una adoración al Santísimo Sacramento, pero no ser ejemplo en tu trabajo y ayudar a la señora que trabaja en tu casa o a quienes trabajan para ti o contigo? Si dices amar a Dios a quien no ves y no amas a tu hermano a quien ves, eres un mentiroso. No seas mentiroso; transfigúrate con Cristo para santificación de los demás y glorificación de Dios.