Buen día, hermanos. Cristo ha resucitado. Aleluya. Aleluya. Pidamos juntos a Dios Padre Bueno que transforme nuestras vidas y nos enseñe lo que es nacer de nuevo de ese baño de regeneración que recibimos en el Bautismo, para que, conforme a la fe que hemos recibido de los Apóstoles y por la intercesión de san Lorenzo de Irlanda, seamos verdaderos hijos Suyos y demos testimonio de tener un mismo corazón, un mismo sentir.

Retomando las reflexiones sobre el Año de la Fe, nos acercamos ahora a los numerales 37-46 de la Constitución Dogmática Sacrosanctum Concilium del Concilio Vaticano II. ¿Cuántas veces hemos querido adaptar la Liturgia a través de sencillos “plácemes”? ¿Quién es el responsable de este caos informe de situaciones pseudolitúrgicas que vivimos? Lo que es tradición en un lugar tiene sus razones de ser; lo que se debe fomentar es lo que ha sido comprendido. Reflexionemos hoy sobre esto: las adaptaciones de la Liturgia y el fomento de la misma.
Lo primero que dicen los padres conciliares es que “la Iglesia no pretende imponer una rígida uniformidad en aquello que no afecta la fe o al bien de toda la comunidad, ni siquiera en la Liturgia” (SC 37). Esta salvedad es necesaria, porque muchos juzgan ciertas cuestiones de la Liturgia como una imposición, como un olvidar lo que eres o lo que somos, y tomar algo ajeno. He oído muchos decir, por ejemplo, que nuestra Liturgia es “europeizada” y que debemos liberarnos de eso (el 22 de noviembre de 2011 reflexionamos en este sentido). Sin embargo, continúa la SC: “por el contrario, respeta y promueve el genio y las cualidades peculiares de las distintas razas y pueblos”, siempre y cuando lo cultural “no esté indisolublemente vinculado a supersticiones y errores” (ibíd.). ¿Cómo sabemos lo que es un error? Estudiando, no opinando. No son las opiniones las que son certeras, sino las ciencias.
Puede y debe ser adaptada la Liturgia, pero siempre respetando la integridad del rito (cf. SC 38), y esto le corresponde a las asambleas de obispos del territorio (cf. SC 39), entiéndase, a las conferencias episcopales. No es a ti y a mí, sino que podemos sugerir cosas a los obispos, y éstos pudieran evaluarlas y adaptarlas a la Liturgia. Si las adaptaciones son más profundas de lo habitual, corresponde a la Sede Apostólica la evaluación de las mismas (cf. SC 40). ¡Ay, si entendiésemos la necesidad de cuidar la Liturgia! ¡Ay, si conociésemos el tesoro que modificamos según las volubles emociones y sentires!
¿Cuándo cambiarán estos arrebatos sentimentalistas? Cuando entendamos que hay un orden en la Fe, y una jerarquía establecida por el Señor Jesucristo. Pero somos especialistas en ignorar las invitaciones de nuestros obispos, o en decir “ya nosotros teníamos algo programado para esa fecha”. ¡Qué bueno que “la multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma” (Hch. 4, 32)! Al parecer nos hemos alejado de esto, y la culpa no es de tu obispo, sino tuya porque te has esmerado en desobedecer. Afirma la SC que conviene que todos tengamos gran aprecio por la vida litúrgica de la diócesis en torno al obispo (cf. SC 41), y que, como no es posible que todo estemos personalmente siempre con el obispo, hay un lugar privilegiado donde hay uno que hace las veces de obispo: el párroco en la parroquia (cf. SC 42). ¡Ay de ti que prefieres grupos y oraciones y comunidades en lugar de la vida parroquial! ¡Ay de ti que vives conforme a tus antojos y no conforme al sentir de la comunidad parroquial!
Es necesario que se fomente la vida litúrgica. Y si tú encuentras que la vida litúrgica es aburrida y no llena tus expectativas, ¿entonces por qué esperas que otro sea quien tome las riendas? Se supone que, entendiendo que la reforma litúrgica es una disposición providencial de Dios por el Espíritu Santo (cf. SC 43), debe haber comisiones litúrgicas allá donde vives que encauce “la acción pastoral litúrgica bajo la dirección de la autoridad territorial eclesiástica” (SC 44) y a nivel diocesano (cf. SC 45). Liturgia, Música y Arte deben ser fomentadas en la Iglesia; si ves que no ocurre nada, ¿qué esperas para ofrecer tu ayuda? Sólo Dios sabe si tú eres el responsable de, como san Francisco de Asís, de responder al llamado de Dios de restaurar Su Iglesia.