¡Jesucristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado! Hoy que Jesucristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado por Amor, pidamos a Dios que nos siga enseñando la Luz de Su Verdad para que podamos ser faros de verdadera alegría para todos los que nos rodean, y así, por la intercesión de todos los santos, en especial la de san Martín I y san Hermenegildo, muchos puedan convertirse y llegar al conocimiento de esa Verdad.
Reconociendo ya que la noche de Pascua ha sido la noche por antonomasia, y que sólo por la acción misericordiosa del Padre en el Hijo predilecto, el pregón de Pascua nos anuncia otra actitud que debemos tener constantemente como hijos de Dios resucitados: el sacrificio de alabanza. Reza el pregón: “En esta noche de gracia, acepta, Padre santo, el sacrificio vespertino de la alabanza, que la santa Iglesia te ofrece por medio de sus ministros en la solemne ofrenda de este cirio, hecho con cera de abejas”. Pero, para reconocer la necesidad de hacer sacrificios de alabanzas a Dios, primero hay que reconocer que hay en nuestras vidas siempre una “noche de Gracia”, una Pascua constante del Señor, una Presencia real Suya en nuestras vidas. Lamentablemente, queda sólo en el recuerdo de muchos lo que celebramos la noche de Resurrección, y no lo prolongan en sus vidas.
¿Realmente, ha habido Gracia de Dios en tu vida? ¿O eres de los que andan creyendo que son unos “des-graciados” porque su vida se limita a hacer cosas para que Dios no se enfade con ellos? ¡Qué Dios se nos ha revelado en Jesucristo: Amoroso, Bondadoso, Misericordioso! El Dios único y verdadero no es un policía que anda buscando y juzgándote en los momentos en los que fallas, por ya Él asumió en Jesucristo tu condición de fallo. Él te ama, Él te entiende, Él te salva. Por lo tanto, la mejor manera de hacerte sagrado con Él, es decir, sacrificarte, es alabando con tu vida completa lo que Él ha hecho por ti y en ti. La luz que encendiste del cirio santo la noche de Pascua simboliza que sólo Jesucristo es la Luz, y sólo de Él podemos ser Luz para los demás. Pero si andas martillándote constantemente que eres un ser inútil e indigno del Amor de Dios, ¿para qué resucita Jesucristo?
La columna de fuego que es el cirio pascual es imagen de Jesucristo y, por lo tanto, nosotros debemos ser imagen de él. Dice el pregón que ese cirio, como columna de fuego, es Jesucristo mismo, que arde “en llama viva para la gloria de Dios”. Es decir, el cirio se encarga de iluminar y hacer que los demás puedan ver lo bueno y lo malo y elegir lo bueno para beneficio de todos. Este hermoso cirio nos recuerda cómo Jesucristo, que es la Luz verdadera y, por lo tanto, es Dios mismo, sigue iluminando sin cesar y sin agotarse mientras se reparte. Mientras más se reparte, más ilumina. Sin embargo, también se va gastando la cera de abejas, es decir, lo creado de la tierra va desgastándose para que otros puedan seguir buscando de la Luz como un faro que los guía. Así debe ser nuestra vida, como la nuestro Señor Jesucristo, quien, asumiendo la condición pecadora nuestra (la cera de abejas), fue gastándose hasta morir a ella en la Cruz por amor a nosotros, pero justamente ahí, en lo alto de la Cruz fue capaz de iluminarnos como columna de fuego, repartiendo Su Luz por Amor, y confirmando esto con Su Gloriosa Resurrección. Fue Dios mismo, en el principio y en la Encarnación de Cristo, quien se ha encargado de “hacer esta lámpara preciosa”.
Así, por haberse hecho Luz para el mundo completo, al ser Luz que emana de un cirio, Jesucristo ha vuelto a unir lo que se había separado hace siglos: la humanidad con la divinidad. Ya la Luz no podrá existir sola, sino que necesitará de una vela hecha de cera de abejas para poder darse; ya la vela tendrá una razón de ser, porque la Luz ha decidido encenderla para gastarla y enseñarle a iluminar a los otros. “¡Qué noche tan dichosa, en que se une el cielo con la tierra, lo humano con lo divino!”. ¡Qué hermoso gesto de Amor, asumir nuestra finitud para hacernos infinitos! Y nos ha hecho a nosotros reflejos de ese cirio santo, porque asumimos la santidad del cirio en la medida en la que dejamos que el espíritu de Jesucristo nos inunde y nos haga entregarnos por Amor a los demás.
Lo humano asume lo divino y lo divino asume lo humano. No es casualidad, sino belleza de Amor. No es esto un motivo de angustia y de sentirnos inmerecedores, sino que, por el mismo hecho de que quien se ha entrega ha sido el Dios a quien nos debemos, es un motivo de alegría y de sentirnos dignos por los méritos de nuestro Señor Jesucristo de abrazar la divinidad en nosotros y hacernos seres humanos de verdad, de los que se preocupan por el bienestar de todos, de la creación completa, de los que ponen a Jesucristo que está en el hermano como centro de su vida. Vivir esta noche de Pascua como una prolongación en tu vida es un sacrificio de alabanzas que siempre traerá beneficios en tu vida y la de los demás. No vivirla es no ser agradecidos con Dios por tan grande gesto de Misericordia.