Buen día, hermanos y hermanas en el Señor. Pidamos a Dios, que es Misericordioso y todo Amor, que nos permita parecernos cada día más a Su Hijo, para que, por la intercesión de san José y san Daniel y por la mortificación con que hemos llevado esta cuaresma, podamos alcanzar la Gloria que nos tiene reservada desde toda la eternidad.
Ayer hablaba con una familia sobre una parte de la realidad de este mundo en el que nos desenvolvemos: la gente quiere andar en la oscuridad. Comentaba que, para poder seguir teniendo relaciones sexuales separadas del fin procreativo entre las parejas, que sean relaciones sexuales fuera del matrimonio, que la pornografía se vea como algo normal hasta en las películas de clasificación B, etcétera, es necesario extender las tinieblas a la conciencia de cada ser humano. Y esa es la realidad de hoy, pero también de siempre. “Habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz” (Jn. 3, 19) nos dice nuestro Señor Jesucristo.

Es muy interesante ver que, para el escritor del primer relato de la Creación en el Génesis, las tinieblas cubrían el abismo, haciendo referencia a la falta de forma y ausencia de finalidad de lo aún no creado cuando Dios no ha puesto su dedo sobre ello. Es curioso también ver que san Juan, al iniciar el relato de la vida de Jesús, utiliza imágenes del Génesis y, por igual, menciona que las tinieblas no recibieron la luz que brillaba en medio de ellas. Claramente, podemos ver que luz y tinieblas son realidades entre sí opuestas, pero nunca en el mismo nivel. Sabemos que la ausencia de luz es lo que permite la existencia de las tinieblas, porque la oscuridad es una realidad negativa, es decir, sólo existe cuando se ausenta la luz. La luz puede apagar las tinieblas, pero las tinieblas nunca pueden apagar la luz.
Siendo esta la realidad, para lograr que el mundo se quede sin Dios, sólo hay que convencer al mundo de no buscar de Dios, sólo hay que convencer a nuestras familias de que la comunicación no hay que hacerla en persona, sino por medio de aparatos, sólo hay que convencer a nuestros jóvenes de que ser exitoso viene de la independencia irrespetuosa de sus padres y tutores, sólo hay que convencer a los cristianos de que, por más que se esfuercen en trabajar en pos del Reino de Dios, siempre habrá autoridades dentro de la Iglesia que destruirán lo que ellos se han esforzado en construir. Es imposible sacar a Dios del mundo a menos que el mundo quiera estar sin Dios. Esta tensión que sucede entre los que no quieren aceptar la luz y quienes la portan se irá marcando cada día más. Habrá quienes no querrán que el bien se haga, sea por pereza, sea por decepción, sea por complicidad. Habrá quienes querrán que los antivalores se propaguen vestidos de una capa de color y brillo que llamarán “libertad de expresión” o “preferencia”. Habrá ciegos que no querrán ver y sordos que no les interesará oír.
¿Y los católicos qué pintamos? No es necesario un sol para acabar con las tinieblas; un solo farol, una sola vela, un solo punto de luz es capaz de alejar las tinieblas. Lo verdaderamente interesante sería ver qué tanta luz somos capaces de emitir, qué tanto ejemplo somos capaces de dar, qué tanta divinidad podemos mostrar en nuestra humanidad. Si un cristiano decide relegar su fe y vender su conciencia a todas las superficialidades que ofrece el mundo, ¿de qué ha servido la muerte y Resurrección del Señor? Si un católico, que se supone debe conocer su fe y acceder a la gracia de Dios a través de los sacramentos que Él mismo ha decidido dejar para nuestra santificación, decide que su vida cristiana se limitará a ir a misa y a no hacer lo que él entiende que es malo, ¿de qué sirvió la predicación del Señor? ¿De qué te sirven los sacrificios, los ayunos, las limosnas, la oraciones en Cuaresma? Eres un bautizado-confirmado en el Señor, y, por lo tanto, el baño de luz se te ha dado para iluminar toda la tierra.
Aunque no haya más que tinieblas en tu hogar, en tu lugar de trabajo, en tu lugar de estudios, la luz de tu bautismo debe brillar en las tinieblas. Aunque las tinieblas quieran entrar en tu vida a través de las tentaciones, la ira, la envidia, el chisme, la gula, la omisión, la luz de tu confirmación debe brillar en las tinieblas. Aunque parezca que eres el único que está haciendo lo que hay que hacer y los demás se muestran en tu contra, la luz de la Eucaristía debe brillar en las tinieblas. Aunque creas que eres la única vela que ilumina la oscuridad de tu propia comunidad, ten ánimo, ten fe, que esa luz es la necesaria para que otros accedan a ella, para que otros puedan encender su vela y disipar las tinieblas… Así, siempre es necesario que una luz brille en las tinieblas, y Jesucristo ha querido que tú seas esa luz en tu entorno.