Que Dios se haga inmensamente grande en todos aquellos que buscan mostrar Su Amor. Que esta semana se vea rebosada de muchas Bondades divinas que hagan que nuestras vidas se parezcan más a la de nuestro Señor Jesucristo. Y que el santo Espíritu de Dios sea la fuerza que nos mueva a entender la Verdad en el Amor que sobrepasa cualquier entendimiento humano. Buen día para todos, hermanos y hermanas.
Todos nosotros hemos pasado por dificultades en nuestra vida. Y, una vez hemos aprendido a querer ser verdaderamente cristianos, hemos visto que esas dificultades no son sino pruebas que Dios permite –no que Dios envía, como muchos quieren hacernos creer erróneamente– para fortalecernos. Igualmente, hemos pasado por grandes silencios de parte de Dios, que, en la mayoría de las veces son desesperantes para nosotros aún más que las dificultades. En no pocas ocasiones se nos ha querido hacer entender en este sentido que esos silencios son los momentos en los que Dios trabaja y, por ello, hay que esperar que Él responda. ¡Qué error! Sólo hay que leer atentamente la Palabra de Dios para darnos cuenta de que no hay que esperar nada, sino actuar.
En el Evangelio del Domingo pasado Jesucristo se encontraba con una mujer cananea en su paso entre Tiro y Sidón, y ella gritaba con fuerza: “¡Ten compasión de mí, señor, hijo de David! Mi hija está atormentada por un demonio” (Mt. 15, 22b). Situaciones similares ocurren en los textos que hablan sobre dos ciegos (cf. Mt. 20, 29-34) y el ciego de nacimiento (cf. Mc. 10, 46-52; Lc. 18, 35-43). Sin embargo, sólo con la cananea es que dice el texto que Él no le respondió nada y, en lugar de los discípulos hacerla callar, ellos hablan con Él y le piden que le haga caso. A pesar de sentirse ignorada, a pesar de la intercesión de los discípulos, ella “se acercó, se puso de rodillas ante Él y le suplicó: ‘¡Señor, ayúdame!’” (15, 25). Ella insistió. ¿Por qué haría Jesucristo silencio? ¿Por qué ignoraría y hasta la maltrataría verbalmente al decirle “No está bien quitarle el pan a los hijos para echárselo a los perros”? La respuesta podemos encontrarla al hacernos esta pregunta: ¿quién es que saca provecho de la oración: Dios o el que ora? Esta mujer se encontraba, al ser cananea, fuera de la historia de la Salvación perfilada en el pueblo hebreo; si Jesucristo le daba la sanación que ella pedía para su hija, ¿no entendería ella que no era necesario aceptar lo que los judíos proponían como salvación gracias a la Revelación divina para ser salvada o sacar provecho de los frutos de la salvación? ¿Qué quería Jesucristo con esta actitud, con este silencio? Era pedagogía divina. Así ella aceptaba, se convertía e insistía a Jesucristo con una nueva mentalidad que le diera su milagro.
Así sucede con todos en nuestras vidas con esos silencios de Dios. No es que Dios se ausenta porque tiene que atender otros asuntos tuyos, porque, de ser así, no sería Omnipotente ni Omnisciente. No es tampoco que Dios está buscando las personas adecuadas para darte eso que pides. Es que Dios está esperando que aprendas a pedir lo que necesitas y no lo que deseas, pero, para ello, es necesario que cambies de actitud ante tu vida y la vida de los demás. Si Dios te diera todo lo que pides en el momento en el que lo pides, tu vida fuera pésima: serías un altanero, serías una arrogante, te faltaría humildad, no comprenderías eso de dar ni mucho menos eso de amar. Dios debe darte lo que Él sabe que debe darte, pero en el momento adecuado y por los medios convenientes. Es necesario que Dios haga silencio incluso con la intercesión de todos tus hermanos, porque así aprendes tú, aprenden tus hermanos y aprende todo el mundo. No sólo la cananea entendió el mensaje aquel día, sino que hasta hoy nosotros comprendemos lo necesario que se hace que Dios haga silencio.
Así, cuando veas que al pedir algo para ti o para otro, Dios hace silencio, no es que está resolviendo las maneras de conseguírtelo, sino que está buscando que, en ese santo silencio, abras tus ojos a la Verdad y te preguntes si estás pidiendo lo adecuado, si estás pidiendo de manera que le agrade, si no tienes que aprender incluso de tus peticiones. Dios es pedagogía verdadera y todo lo que Él hace, incluso lo que parecería que es no-hacer Suyo, lo hace procurando el bien de toda la humanidad, para la mayor gloria Suya y de Sus hijos en Él. ¿Qué hace Dios en Su silencio? Mostrarte la Verdad de Su Amor por ti al enseñarte que estar con Él es morir lentamente para que otros tengan vida y puedan también encontrarse con Él.