Buen y santo día para todos ustedes, hermanos en el Señor Jesucristo. Sigamos pidiendo a Dios, que es rico en Misericordia, que nos muestre la Verdad de Su Amor por todos los seres humanos, para que aprendiendo a vivir como Él desea, seamos ejemplo de conversión y firmeza para todos los que se acerquen a nosotros.
Si no entendemos la diferencia entre “homosexualidad” e “ideología de género” seremos como las carretas: mientras más vacías circulen, mayor ruido producen. Que la homosexualidad haya existido desde que el ser humano existe no quiere decir que sea algo que hay que aprobar moralmente. Si este argumento fuera la base para crear todas las sociedades del mundo, ¿dónde estaríamos hoy? ¿Acaso la prostitución, las violaciones, los incestos, el robo, los homicidios no han existido por igual desde el origen del ser humano? Para un buen entendedor y alguien que no tiene cerrazón ante los argumentos teológicos judeo-cristianos es muy obvio que todo esto es el fundamento del que parten dichos argumentos: el ser humano tiene una naturaleza que se inclina hacia el mal y puede caer con facilidad en él. Aquel argumento de que Dios cometió fallas al crearnos es uno que es inconsistente con lo que nosotros de verdad postulamos.
La homosexualidad no es catalogada como una depravación en el sentido de que la persona que la vive es alguien que es equiparable a una bestia salvaje, sino como depravación en el sentido de perversión, es decir, lograr hacer que una costumbre sea viciada con malos ejemplos o malas doctrinas. Yo mismo soy pecador hasta más no poder, y cada pecado que cometo es una perversión de aquello para lo que fui hecho. Por consiguiente, la homosexualidad puede ser considerada una perversión sexual, puesto que no logra darle plenitud al ser humano en el ámbito de la procreación, que es a lo que fue mandado por Dios y que es lo que la Iglesia entiende, por Revelación, que da sentido a la unión entre un hombre y una mujer después de la demostración mutua de Amor. La discusión agria estriba en que hay muchos creyentes que discriminamos aquellos que se declaran pro-homosexualidad, o, mejor, muchos creen que nosotros discriminamos a quienes se declaran así.
Hay personas en este mundo que comprenden perfectamente que la discriminación supuesta que existe de los creyentes (en especial, los católicos) hacia los homosexuales es un argumento infundado. Un verdadero católico entiende que todos los seres humanos son hijos de Dios y que, por defecto de naturaleza obtenido por voluntad, solemos inclinarnos al pecado. Por consiguiente comprendemos que un católico verdadero no lleva a cabo discriminación alguna al establecer puntos de vista que “perjudican” a los que favorecen la homosexualidad como una práctica normal y que debe ser aceptada. Afirmar que el razonamiento “una persona homosexual está moralmente mal o no está cumpliendo su fin” es una discriminación y, por lo tanto, afirmar que nos contradecimos en nuestras posturas, es lo mismo que afirmar que hay discriminación cuando ponemos carteles de “área de fumadores” en lugares públicos o prohibirle a cardiópatas (enfermos del corazón) y embarazadas que utilicen ciertos servicios de entretenimiento. A plena luz esto es proteger los intereses del involucrado.
La discriminación puede existir entre personas intolerantes que no conocen verdaderamente la doctrina cristiana, pero jamás en la vida existe discriminación en la Iglesia Católica, cuando la Iglesia es una de las primeras instituciones en el mundo que ha ofrecido ayuda a los que se acercan a ella, evitando que estas personas se confundan con la ideología de género que borra la distinción que existe entre lo masculino y lo femenino. Que alguno de los que lee esto tenga tendencia homosexual o conozca de alguien que la tenga (y lo acepte) no quiere decir que deba apoyar eso; ¿no nos hemos visto en necesidad de robar o mentir por salir de un aprieto, y sin embargo no apoyamos estas situaciones irregulares? La verdadera discriminación existe en aquellos que quieren imponer ideologías que destruyen la integralidad humana y que no les importa que haya tantas personas a favor de lo que ahora llamamos interpretación “tradicional” de género, porque ellos nos juzgan al decirnos intolerantes, nos discriminan al llamarnos “cerrados”. Si es para defender la perfectible creación de Dios que es el ser humano, que nos llamen lo que quieran… pero entremos en diálogo.