Buen día, hermanos y hermanas santas en Jesucristo. Que Dios bueno y justo nos muestre con todo Su Amor la Verdad que nos ha revelado en Su Hijo Jesucristo para que, siendo más como Él, podamos entender a la perfección nuestra misión en este tránsito que llamamos vida.
Pensar en la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo es pensar también en Su Ascensión, y pensar en Su Ascensión es pensar en la Esperanza que tenemos nosotros de alcanzar lo que ya Él ha alcanzado para nosotros. Es decir, que Jesucristo haya ascendido quiere decir que salió del tiempo-espacio para entrar en la Eternidad y, así, estar siempre con nosotros (cf. Mt. 28, 20). Y Su humanidad ha llevado a la nuestra a morar con Dios en Él. Eso lo comprendemos. Lo curioso es ver el texto completo de la Ascensión según san Mateo y fijarnos en que Jesucristo citó a los Once en un monte de Galilea, la misma región donde los había llamado unos años antes (cf. Mt. 4, 18-23).
Jesucristo fue llamado galileo de una manera despectiva. Además, los judíos bien sabían que no podía esperarse que el Mesías viniera de Galilea: “Otros decían: ‘Este es el Mesías’. Pero otros preguntaban: ‘¿Acaso el Mesías vendrá de Galilea?’” (Jn. 7, 41); ni mucho menos podía esperarse un profeta de allá: “Le respondieron: ‘¿Tú también eres galileo? Examina las Escrituras y verás que de Galilea no surge ningún profeta’” (Jn. 7, 52). Era que los judíos galileos eran iletrados, muchos eran campesinos, que no tenían el conocimiento necesario ni siquiera de la Ley de Dios, y hasta su manera de hablar era distintiva (cf. Mc. 14, 70; Mt. 26, 73), no sólo por el acento, sino por no saber pronunciar de manera adecuada las palabras del hebreo. Sin embargo, Jesucristo vive en Galilea y llama a sus discípulos en Galilea e inicia su ministerio allá.
¿Por qué Jesucristo se radicó allá, llamó a los discípulos allá, se transfiguró allá (cf. Mt. 17, 1-9) e, incluso, citó a los Apóstoles en un monte de Galilea para ascender frente a ellos (cf. Mt. 28, 16), siendo un judío que comprendió perfectamente la ley y sabiendo lo que eso implicaría entre los judíos? Porque Jesucristo buscó al enfermo, buscaba al olvidado, buscaba al humilde y al necio para confundir a los sabios y fuertes (cf. 1 Co. 1, 27-28). Una vez los discípulos habían aprendido todo lo que Él les había enseñado con palabras y obras, los citó en Galilea para que ese mandato de “Vayan, entonces, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado” fuera realizado por ellos sin olvidarse de la humildad con la que fueron llamados. Jesucristo los convoca para ver la manifestación gloriosa de Su Ascensión luego de haber resucitado allá donde los había llamado como pescadores, publicanos, y quizá hasta agricultores.
Jesús nos envía a Galilea para darnos el envío a las naciones. Jamás podremos seguir viendo a Jesucristo entre nosotros si no entendemos perfectamente que, por más verdades que conozcamos sobre Él y sobre la Iglesia, la humildad es una parte clave del mensaje Suyo. En humildad, recordando el lodo del que te ha rescatado Su Amor, es que podrás comprender y ayudar a tus hermanos. Y el hecho de que hayas estado en el lodo es una bendición para ti, igual que la muerte no es una condena, sino que es una esperanza una vez Jesucristo venció en ella. Ese lodo del que has sido rescatado una y mil veces debe enseñarte a tener misericordia con los que están todavía en él. Jesucristo te envía a enseñarle a los demás a cumplir todo lo que Él te ha mandado, ¿pero cómo les enseñarás si no vives tú mismo lo que Él ya te ha mandado a aprender?
Todos debemos reconocer que Jesucristo nos llama a Galilea porque somos galileos, es decir, enfermos, ignorantes, necios. Sólo en esa debilidad es que Dios se engrandece (cf. 2 Co. 12, 9-10), y sin ella, Dios no se transparenta en nosotros. Si ves que en tu vida hay dificultades para transparentar la misión de Jesucristo a los demás, revisa si estás volviendo a Galilea para verlo ascender. En comunidad te llama el Señor para vivir la humildad en la misión que te ha sido asignada; encuéntrate en esa montaña de tu humildad, fíjate en el Señor Resucitado, y sal, desde allá, a hablar de lo que Él ha hecho en ti. La humildad será tu carta de presentación, y el testimonio, tu mensaje.