Hemos llegado a la cuarta semana de Cuaresma, y Dios sigue firmemente hablando en tu vida. Pídele junto a Iglesia que se digne en infundir en ti aquella caridad que es el compendio de todas las virtudes, para que ella sea la que te permita alcanzar todo lo que deseas (adaptado del Tratado de san Vicente Ferrer, Sobre la Vida Espiritual, LH II, pp 1641-42).
Hace unas dos semanas tuve la bendición de ser invitado a un Taller de Oración a predicar sobre la oración vocal, la meditación y la contemplación. Ahí dejaba explícito lo necesario para que la oración sea eficaz: la confianza en Dios. Y recuerdo que decía que la oración, también, es una consecuencia del Amor de Dios en nuestras vidas y no una causa para encontrarse con Él, aunque el misterio es tan grande que Él se hace el encontradizo por medio de la oración. Pero hubo algo que me ha marcado que salió de mis labios pero que sé que no provino de mí. Le preguntaba al grupo que realizaba el taller: ¿Para qué leen las noticias en las mañanas si no es para orar por eso? Y eso me lo he preguntado todo este tiempo, hasta que la pregunta se generalizó en mi corazón: ¿Para qué vives si no es para el Señor?
Es muy interesante ver la manera en la que Jesucristo pensaba. Cuando alguien quería hacerlo caer (como Satanás en el desierto, cf. Mt. 4, 1-11), Él le respondía con la Palabra de Dios; cuando le pedía a alguien que le acompañara en algo básico (como a los tres apóstoles, cf. Mt. 17, 1-9), Él manifestaba la gloria de Dios; cuando alguien le preguntaba sobre lo necesario (como la samaritana, cf. Jn. 4, 5-42), Él hablaba de lo verdaderamente necesario; cuando le preguntaban sobre el trato a un pecador (como el ciego de nacimiento, cf. Jn. 9, 1-41), Él respondía con acciones que dignificaban a la persona; cuando alguien creía que entendía su proceder (como Marta ante la muerte de Lázaro, cf. Jn. 11, 1-45), Él le hacía ver mucho más allá. Así vemos que, en estos cinco Domingos, Jesucristo se revela poco a poco, pero aun así los que lo rodean no lo entienden perfectamente. Y me pregunto si soy yo de los que rodean a Jesucristo y no lo comprenden o si soy como Jesucristo y tengo bien definida mi misión.
Muchísimas veces solemos compararnos con los personajes de la Biblia, pero casi nadie se compara con Jesucristo. Esa es una actitud irrisoria, ya que no somos “moisesianos” para querer compararnos con Moisés, ni “ceguerianos” para querer compararnos con el ciego de Betesda. Nosotros somos cristianos porque seguimos a Jesucristo, porque reconocemos que Jesús es el Cristo, el Ungido, el Elegido, el “Dilectus”. Y, si reconocemos esto, reconoceríamos también que somos otros Cristos cuando Le seguimos. Y la idea no es que te sientas culpable por lo que no haces, sino que abras los ojos (como el ciego de nacimiento) y veas que es en la piscina de Siloé que debes lavarte los ojos; ¿qué significa Siloé? Enviado. Es siendo enviado, es siendo apóstol, es siendo un ejemplo en lo que haces que se te abrirán los ojos y podrás ver, al fin, lo que Dios ha venido haciendo en todos.
Al abrir así los ojos, verás que no es quejarse lo que da frutos, sino la esperanza de lo que se aproxima. Por más dolor, por más incomodidad, por más sacrificios que haya en tu vida, si no hay una esperanza en ti, de nada sirven. Quizá por eso es que llevas tantos años haciendo los mismos sacrificios y ayunos para la misma época. ¡Abre tus ojos! “Este, que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podría impedir que Lázaro muriera?” (Jn. 11, 37). Claro que sí lo haría… ¡y lo hace! Pero eso conlleva de tu parte creer. “¿No te he dicho que si crees verás la Gloria de Dios?” (Jn. 11, 40). O sea, que si aún sigues sacrificando las mismas cosas es que esas cosas no has sido capaz de dárselas a Señor, y, por lo tanto, no crees que Él pueda resolverlas y hacerlas nuevas, y, a su vez, esto dice que no crees realmente en Él y en la manifestación de Su Gloria.
¿Para qué lees las noticias en las mañanas si no es para orar por eso? ¿Para qué recibes tanta gente en tu trabajo si no es para darles ejemplo? ¿Para qué tienes compañeros de estudios o superiores tan difíciles de tratar si no es para desarrollar tus dones y carismas? ¿Para qué lees la Palabra de Dios si no es para aplicarla? ¿Para qué te llamas cristiano si no vives, actúas y hablas como Jesucristo lo hace? ¿Para qué vives si no es para el Señor? Tu reino no es de este mundo y, por eso, no debes actuar como si fueras de este mundo esforzándote en buscar las cosas de Dios. Ya Dios te ha dado la Gracia más grande y más hermosa: la fe en nuestro Señor Jesucristo por la acción del Espíritu Santo. Ya tienes todo el Cielo en ti; créelo. Ahora, más que sólo buscar las cosas del Cielo, intenta también dejar las cosas de aquí, el mundo, para que puedas alabar a Dios con sus santos y con sus ángeles.