Buen y santo día para los hermanos que buscan de Dios y quieren vivir en Su Presencia. Que Dios mismo se encargue de iluminar nuestras mentes y llenarnos de integridad y gravedad para que lo que profesamos se muestre intachable ante nuestros hermanos y no se desacredite Su Palabra, y Ésta pueda dar frutos de santidad en este mundo.
Existen muchos católicos que tienen puntos de vista distintos de la Iglesia. Existen muchos laicos, sacerdotes, religiosos y religiosas que, por cualquier razón, no están de acuerdo con la sana doctrina de la Iglesia Católica. Dudar y cuestionar no está mal; lo que sí está mal es quedarse en un vicio de interrogantes que te aleja de la Verdad y no buscar las razones por las que la Iglesia expresa lo que expresa. En ese sentido, muchos han sido los católicos que se han encargado de que el Cuerpo de Cristo, la Iglesia (cf. Rom. 12, 5; 1 Cor. 10, 16-17; 12, 13; Col. 1, 18; Ef. 1, 22; 4, 15; CIC 787-796), sangre a partir de las heridas causadas por su división. Muchos grupos pequeños y hasta grandes se han formado por cosas sencillas, y se han convertido en herejías sencillamente por tomar una postura irracional y no dialogar consigo mismo y con su Madre la Iglesia.
Así, por ejemplo, a veces se nos ocurre pensar o creer que Jesucristo recibió el Espíritu Santo en el momento de su bautismo, cuando la paloma se posó sobre Él. Y es interesante saber que ese modo de pensar se escucha en centros de enseñanzas de la Iglesia. Lo que no sabemos es que eso es una herejía condenada en el siglo II, llamada Adopcionismo, y que lo único que hace es negar la doble naturaleza de Jesucristo expresada por la Revelación. Lo mismo sucede cuando pensamos que este mundo está gobernado por dos fuerzas, el bien y el mal, uno liderado por Dios y otro por Satanás, y que este cuerpo en el que estamos es motivo de pecado constantemente porque está dominado por Satanás. Muchos católicos, sobre todo, carismáticos, influenciados por maneras de pensar sectarias o evangélicas (gracias a las canciones y prédicas no-católicas que escuchamos) creemos estas cosas como si fuera una realidad, desconociendo que esto también es una herejía de la Edad Media llamada de los Albigenses y que fue condenada hacia el siglo XIII. Otro ejemplo en el que podemos pensar es cuando no tomamos a Jesucristo como modelo de vida, sino en cambio a alguno de los santos, porque Jesús era Dios y reducimos su naturaleza humana. Esta manera de pensar, muy frecuente entre jóvenes y adultos que no buscan amar la Iglesia, sino vivir de toques, es también una herejía, denominada Apolinarianismo y que fue condenada por la Iglesia en el año 381. Y no hablemos de “yo no me voy a confesar con un hombre que es tan o más pecador que yo”, herejía llamada Donatismo y condenada en el siglo IV.
Ya pudiéramos pasarnos toda una mañana viendo todas las herejías que han sucedido en la historia de la Iglesia y preguntarnos en cuáles estamos aquellos que no conocemos de nuestra Iglesia, pero no servirá de nada si no busco formarme. Dice el Código de Derecho Canónico que la herejía es la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma (Canon 751, Libro III), y, llevándonos de esto, ¿cuántos bautizados caemos constantemente en estas cosas? Hay que abrir los ojos en este sentido y darnos cuenta que los primeros y mayores asesinos de la Iglesia somos nosotros mismos. Es cierto que hay muchas doctrinas cristianas tergiversadas que no son de la Iglesia Católica, como miles de sectas cristianas, evangélicas, protestantes y demás, pero esto no quiere decir que tengan la razón, puesto que muchas de ellas tienen menos edad que el último Concilio Ecuménico nuestro, que fue en el siglo pasado. Incluso, hay hermanos que se separaron que hoy están volviendo al seno de la Iglesia, puesto que se han dado cuenta que la división a la que pertenecían estaba generando peores consecuencias entre ellos mismos, que creían tener la plenitud de la Verdad.
Amar la Iglesia es amar a Jesucristo. Amar a Jesucristo implica buscar razones para seguir amándolo, no para odiarlo o ignorarlo. Hay que cosas que, obviamente, no entenderemos porque son un misterio no revelado a nosotros. Habrá cosas, como la inviolabilidad de la vida, que tienen su fundamento en Dios mismo y, por lo tanto, no podremos argumentar fuera de Dios. Si nos dejamos llevar por el cientificismo y creemos que sólo la ciencia es la que se aproxima a la Verdad plena, estamos cayendo en una rotunda negación de nuestra fe, de nuestro Bautismo, del Espíritu Santo que habita en nosotros y eso es algo que no tiene perdón, porque no estás aceptando la Salvación. Por ello lee, ora y ama. Lee sobre tu Iglesia, ora por ella y pos sus dirigentes y ámala como el don hermoso que Dios nos quiso dar por Jesucristo bajo la acción santificadora de Su Espíritu. No seas terco y divisor, sino que ama y permite la unidad que Jesucristo pide a Su Padre para todos nosotros (cf. Jn. 17).