La pastoral de familia ha pedido ayuda, y eres de los que hay que rogarles para que puedan asistir. La pastoral juvenil ha solicitado un servicio, pero tú estás muy ocupado ese día porque quieres descansar en tu casa. Los catequistas necesitan voluntarios, pero no te acercas porque los sábados los usas para salir de paseo. ¿Acaso es que Dios, con todo lo que te ha dado, merece esa mediocridad de tu parte?
Es triste ver que Dios no nos paga como merecen nuestros pecados, pero que nosotros tampoco le pagamos a Dios como merece Su Amor. Siendo Dios todo lo que dices que es para ti, ¿no merecerá que trabajes hasta el cansancio con tal de que lo des todo por Él? No lo harás para que digan lo bueno que eres, o lo mucho que trabajas, sino para hacerte el servidor de los demás.
En nuestra misma familia le decimos a los demás lo que deben hacer, pero nosotros mismos no lo hacemos: los niños que oren antes de dormir, pero los adultos parece que no lo necesitasen; la esposa que sea sumisa, pero al esposo parece que no se le aplica la regla. Ser coherentes en todo tiempo es ser humildes. Huyamos del fariseísmo, y humillémonos ante los demás, para que Dios sea ensalzado en nosotros.