El que mucho ha vivido desarrolla sabiduría, y se da cuenta de que solemos preocuparnos por cosas que no ameritan nuestra preocupación. Sin embargo, la sabiduría no se encuentra en el mucho vivir, sino en el saber vivir. Por ello mismo es que Dios concede el don de la Sabiduría a quien lo busca. Y, porque la sabiduría procede de Dios, es que a Dios debemos ir para saber vivir en todo momento.
Eso nos dice en el santo Evangelio hoy nuestro Señor Jesucristo: las vírgenes prudentes fueron aquellas que, sabiendo que la noche es larga y la espera es sin tiempo definido, tenían aceite guardado; las vírgenes imprudentes fueron aquellas que creían que se la sabían todas. Las primeras tuvieron sabiduría, las segundas se dejaron llenar de soberbia e irresponsabilidad.
Pidamos al Señor que nos regale sobriedad. Pidámosle que nos enseñe a reconocer la muerte como una amiga bien cercana, sin importar la edad que tengamos. Y pidámosle que nos enseñe a mirar con sabiduría nuestra vida, a calcular nuestros años, y así estemos siempre preparados para cuando Él, el Novio, venga a buscarnos.