Buen día, hermanos alrededor del mundo. Buen día, hermanos y hermanas que buscan agradar a Dios con sus vidas. Que Dios se muestre agradado con cada uno de ustedes por la manera en la que se dejan buscar de Él y que por los méritos de Jesucristo, Su Hijo y nuestro Señor, todos podamos ser una sola familia en un solo Espíritu, una sola fe y un solo bautismo. Que por la intercesión de la beata María de la Encarnación Dios muestre Su Amor por cada uno.
Estamos felices de ser cristianos, alegres de haber resucitado y gozosos de preparar nuestras vidas para vivir con los hermanos del Cielo la gloria que se nos ha prometido. Sin embargo, en las divisiones nos es imposible vivir esto, ya que la unidad es necesaria para el disfrute del banquete eterno. ¿A qué me refiero? A que es imposible ser de Dios y vivir en aislamiento con un grupo, con un hermano, con algún conocido. Es el mismo Señor Jesucristo quien nos dice que cuando vayas a reconciliarte con Dios no lo hagas sin antes haber ido a reconciliarte con tu hermano (cf. Mt. 5, 23-24), lo que nos demuestra que nadie puede decir que ama a Dios y no amar a su hermano (cf. 1 Jn. 4, 20-21) y nadie puede pretender que Jesucristo lo juzgue como bueno con Él cuando no ha sido bueno con sus hermanos (cf. Mt. 25, 31-46). Pero, para llegar a esta unidad con los que no son nuestros hermanos de la Iglesia, primero debemos buscar la unidad en el Señor, la unidad de la fe nuestra, la unidad en el bautismo (cf. Ef. 4, 5).

Hemos visto en la liturgia de la Pascua que la Iglesia relaciona íntimamente la Resurrección final con el Bautismo. Es decir, no puede haber resurrección en aquel en quien no ha habido un renacimiento a la vida espiritual. Nuestro Señor Jesucristo nos dice que hay que volver a nacer del agua y del Espíritu para entrar en el Reino de Dios (cf. Jn. 3, 3-8), palabras que hacen clara referencia al Bautismo. Este sacramento es una condición única, para aquellos que tienen la posibilidad de recibirlo, de entrar al gozo eterno con Dios, los ángeles y los santos. Pero a la mayoría de nosotros se nos ha olvidado esta realidad que nos recuerda constantemente su santidad Benedicto XVI: en el momento de nuestro bautismo, Jesucristo nos unió para siempre a Él. Así, la vida cristiana consiste en vivir el bautismo; vivir el bautismo, pues, es camino de santidad.
¿Por qué hay que recordar constantemente que bautismo y resurrección van de la mano? Porque solemos separar las realidades que esconden ambos misterios de Luz y de Gloria: la manifestación suprema del Amor de Dios. Hay que recordarnos esto porque olvidamos con mucha frecuencia que somos bautizados. ¿Por qué, entonces, nos olvidamos vivir el bautismo? Muchos querrán culpar a sus dirigentes, párrocos, formadores, porque siempre es más fácil reconocer la culpa en el otro que hacer introspección y reconocer la mía; pero ya esos tienen su corrección de parte del mismo Señor (cf. Mt. 7, 3-5). Un católico que ha resucitado con Jesucristo nunca juzga a sus hermanos antes que a sí mismo, por ello, la razón por la cual olvidamos con frecuencia que vivir el bautismo es un llamado a la santidad es que no hemos entendido todavía el mensaje de Jesucristo. Seguir a Jesucristo es renacer, resurgir, pero, para subir, primero hay que bajar, y ello lo hacemos en el Bautismo, con el cual nos sumergimos en el agua, sepultamos nuestros pecados y salimos regenerados para optar por la Resurrección.
Quien ha resucitado con Jesucristo es creatura nueva (cf. 2 Co. 5, 17a), y quien se deja bautizar es nueva creatura (Jn. 3, 3). ¿Se contradice el Señor? No. Lo hacemos contradecirse nosotros cuando con nuestras obras y nuestras palabras hacemos creer que el Bautismo es cosa del pasado, un momento en nuestras vidas, una entrada que quedó detrás, cuando realmente el Bautismo es renacer constante, es acercarnos cada día más a la Resurrección del Señor. Si quieres que tu vida tenga olor a santidad, vive diariamente tu Bautismo. Aunque no lo hayas aceptado a nuestro Señor hasta hace poco, te recuerdo que los sacramentos que Él ha instituido, los siete, obran ex opere operato, “es decir, en virtud de la obra salvífica de Cristo, realizada de una vez por todas” (CIC 1128), lo que quiere decir que el hecho de que hayas conocido al Señor ahora no anula el Bautismo que habías recibido sino que hace referencia constantemente a éste. Por lo cual, sólo por este sacramento podemos resucitar hacia la Vida Eterna por la Resurrección de nuestro Señor. ¿Quieres conocer tu camino de Santidad hacia la Resurrección? Empieza a vivir tu Bautismo.