Buen día, hermano y hermana que buscas de Dios con sincero corazón. Que ese Dios que buscas, el Dios de Jesucristo, se deje encontrar y te muestre Su Luz admirable, para que, siendo iluminada tu vida, y por la intercesión del beato Juan Duns Escoto, puedas resplandecer en medio de las oscuridades que este mundo nos ofrece.
Ayer en la mañana, de camino a casa, me detengo en un cruce y veo todo un espectáculo: un joven de los que limpian los cristales de los vehículos parece haber ensuciado el cristal de alguien que no quería que le limpiaran; el señor del vehículo se desmonta con un arma en la mano y amenaza al joven, el cual sale huyendo. Al llegar a casa me doy cuenta que la señora que trabaja allá llegó tarde a trabajar y le pregunté las razones, a lo que me respondió: “Estaba de camino, cuando la policía disparó con escopeta perdigones a unos huelguistas y se me pegaron en las piernas y tuve que ir al hospital”. Hace unos veinte días el mundo fue testigo de la muerte brutal del dictador libio Muamar al-Gadafi. Hace cuatro días se confirmó la muerte del líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) Alfonso Cano. Así cada uno de nosotros puede mencionar decenas de actos de violencia que han sucedido a nuestros alrededores. Pero, hoy quiero que reflexionemos sobre el valor de la vida humana.
Ya sea un asesino en serie, ya un dictador, ya sean militares en zona de guerra, ya extremistas religiosos, todos ellos siguen siendo personas. Todos los que asesinan y dañan y todos los asesinados y dañados son personas humanas. Cuando el ser humano decide tomar la justicia como si él fuera el creador de ella para darle “su merecido” a los que actúan incorrectamente, es sencillamente una manifestación más de la cultura individualista que impera. No es que los que cometen crímenes no paguen las consecuencias de sus actos, sino que debe velarse por lo más importante de ellos: su dignidad. ¿Has pensado cómo pueden sentirse los hijos de Gadafi al ver el video que han publicado en todo el mundo sobre su padre? ¿Acaso eso generaría paz en sus corazones? ¿Has pensado también cómo te sentirías tú al ver una fotografía en un diario nacional de un hermano tuyo que haya muerto en un accidente automovilístico? ¿Has pensado cuál sería tu reacción al ver que el mundo disfruta y aplaude la muerte de un familiar tuyo? Tengan o no tengan razones para hacerle daño a una persona, nadie tiene derecho de maltratar la dignidad humana.
La dignidad es humana. No existe la dignidad de los animales, puesto que ellos no tienen la gracia de haber sido hechos a Imagen de Dios y según Su Semejanza (cf. Gn. 1, 26a). Los animales tienen valor y nosotros tenemos la responsabilidad de cuidarlos y protegerlos como fieles administradores de la Creación (cf. Gn. 1, 26b). Sin embargo, vemos que es mucho más importante proteger las ballenas jorobadas de los pescadores, que proteger nuestras familias de los programas de televisión con anti-valores; es más importante denunciar las muertes de focas y delfines a manos de unos despiadados, que denunciar las muertes en hospitales a manos de unos cuidadores inhumanos. La dignidad humana no puede ser arrebatada de nadie, porque nos es conferida por Dios por el solo hecho de ser creados por Él y como Él. No puede ser quitada, pero sí puede ser maltratada y pisoteada: cuando difundimos imágenes de personas muertas, cuando nos sentamos con morbosidad a ver cómo maltratan a una persona, cuando preferimos los anti-valores en nuestras canciones, películas y vestimentas…
¿Cuánto vale la vida humana? ¿Un video en youtube? ¿Vale más mi punto de vista que la vida de otro? ¿Por qué dejar que las pasiones (ira, celos, envidias…) se apoderen de nuestras mentes y nos lleven a herir a los demás? ¿Por qué juzgar todo esto que te digo sólo desde el ámbito del otro y no desde el tuyo también? La vida humana vale tanto que no existe más que un comprador Eterno que pueda pagarla: Aquel por quien y para quien fue creada en el Amor. Desde su concepción hasta su muerte, como dejaría ver el beato Duns Escoto y como lo citan tantas documentos de la Iglesia, la dignidad humana merece protección de todos. Aunque haya hecho daño, nadie merece que se le maltrate. Humanizar la humanidad es parte necesaria de la labor que hacemos los cristianos comprometidos en este mundo. No te quedes atrás y ayuda a que Dios sea glorificado en tus hermanos preservándoles su dignidad. Si no puedes hacerlo todo, haz lo que puedas como un simple servidor que eres que ha hecho lo que tenía que hacer, y así tu recompensa será grande en el Cielo.