Que Dios bueno no tome en cuenta nuestras malas decisiones, y por la intercesión de santa María Magdalena, tenga misericordia de todos nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
En estos últimos dos meses hemos estado compartiendo en la Escuela de Formación que dirige un servidor el tema de los escritos apócrifos cristianos. Y hemos visto montones de documentos que no han pasado a formar parte del canon bíblico por muchísimas razones. Es interesante ver que lo que se nos enseña en la cultura del “hearsay” (hablar de lo que se ha oído, no de lo que se ha conocido de primera mano) no es la realidad con respecto de estos escritos: hay cuestiones en ellos que contradicen los grandes temas de Dios, del hombre, de la salvación… Y son cuestiones bien sencillas.
Por ejemplo, en la redacción latina del evangelio de Tomás (y, por igual, el evangelio de pseudo-Mateo) se habla de que Jesús, teniendo cinco años de edad, tomó en sábado barro en sus manos y modeló doce pajaritos, de esto se enteró José y fue a regañarle por haber hecho tal cosa en sábado, y Jesús abrió las manos y los envió a volar. ¿Pudo Jesús haber hecho estas cosas? ¡Por supuesto! Eso y más, “porque en Él fueron creadas todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra” (Col. 1, 16). ¿Habría hecho Jesús estas cosas? Claro que no.

Jesucristo afirma que quien lo acoge a Él, acoge a quien lo envió (cf. Mt. 10, 40), y son sus obras las que atestiguan que su Padre fue quien lo envió al mundo (cf. Jn. 5, 36b). De aquí entendemos que Jesucristo tiene como misión obedecer lo que el Padre le ha dicho que haga, y por ello afirma la carta a los Hebreos que Él aprendió sufriendo a obedecer (cf. Hb. 5, 8). Si la obediencia es parte fundamental de la misión salvadora de nuestro Señor Jesucristo, ¿no sería desobediencia hacer algo inútil en sábado, como crear doce pajaritos? ¿No sería contradecir los planes creadores de Dios que se encuentran en el libro del Génesis?
Mucha gente, muchísima, afirma que es más inútil hacer que una higuera que no dé fruto se seque (cf. Mt. 21, 19-21) que hacer que doce pajaritos sean y vivan. Pero estas personas que se hacen llamar “eruditos” no tienen más erudición que en sus propias realidades aisladas. ¿Cuándo se ha estudiado, por ejemplo, una Gabriela Mistral o un Félix Lope de Vega fuera de su contexto histórico? ¿Cuándo se han interpretado los escritos aristotélicos, por ejemplo, sin tomar en cuenta la manera de pensar de la época? Sin embargo, es impresionante la cantidad de “sabios” y “genios” del siglo XX y del XXI que conocen la realidad teológica de un escrito de la biblia con tan sólo leer lo que se dice de ellos.
Lo verdaderamente intrigante es cómo nosotros mismos, los que nos llamamos creyentes, ponemos en duda una fe tan antigua y tan coherente en sí misma sólo porque no nos gusta el mensaje que se nos da. Y no hablo necesariamente de los temas morales sexuales y reproductivos, sino de asuntos emocionales y espirituales… Tristemente, al parecer, muchas de esas herejías de los primeros siglos aún subsisten entre nosotros por no querer estudiar nuestra fe.
El padre de la mentira, el mentiroso, busca siempre maneras de hacernos creer que lo que yo creo es la realidad, y terminamos aislándonos del Cuerpo de Cristo. Algo similar decía nuestro Papa Francisco hoy: “El gran peligro en el mundo actual es el triste individualismo que nace del corazón avaro”. Pongamos de nuestra parte y formemos parte de la gran fe (que por ser fe es comunitaria) que es la Fe en Jesucristo.