Buen día, hermanos y hermanas. Que juntos podamos vivir nuestro bautismo, para que, por los méritos de nuestro Señor Jesucristo y la intercesión de san Félix de Nola, alcancemos la gloria del Cielo.
He tenido la oportunidad de conocer muchos sacerdotes, seminaristas, religiosos y religiosas y laicos que no creen en la existencia del demonio y de su acción real. Para mí es impresionante que justamente la gente de la Iglesia sea menos creyente que otros. ¿Cómo es posible que se quiera disimular esta realidad? A propósito del Evangelio que nos propone la Iglesia hoy, creo que es oportuno que reflexionemos sobre esto.
¿Existen o no existen los demonios? La respuesta es obvia: sí, existen. ¿Acaso no fue contra los demonios que Jesucristo tuvo su lucha, entre otras cosas, aquí en la tierra? ¿Por qué es que queremos obviar esto? Porque es más fácil vivir sin miedo. El concepto de infierno que hoy manejamos es uno caricaturizado, en el que el demonio anda con un tenedor pinchando a los “malos”, pero los malos son los astutos de aquí, y eso se celebra hoy.
El cielo lo mostramos como aburrido. ¿Contemplar a Dios toda la eternidad? “Pero es que yo ni aguanto media hora en la capilla del sagrario” diría algún joven, y otros no tan jóvenes. Visitar al Señor Sacramentado es un sacrificio, asistir a la Eucaristía es otro, confesarse raya en la locura y el fanatismo religioso. Esto es lo que pensamos, esto es lo que decimos.
¡Despierta! Ya el Cielo no lo muestras como un anhelo, sino como un sacrificio molestoso; ya el infierno es una opción que muchos desean, porque este mundo es de los “vivos” o “sagaces”, y, por definición, ellos van al infierno. ¿Qué estás haciendo con tu fe? ¿No estarás dejando que el plan de Satanás se coloque por encima del plan de Dios?
Los demonios existen y son, justamente, hijos de la mentira, hijos del mentiroso. Todo lo que ellos muestran es apariencia atractiva, pero suciedad enviciadora. Ellos te buscan cuando tú buscas de Dios, porque Él es la Verdad, y ellos buscan contradecirlo y hacer que tú lo contradigas. Ellos te harán caer cuando andes bien, pero eso hay que reconocerlo. Porque decidas no creer en Satanás no quiere decir que no existe.
Hay un modernismo terrible metido entre nosotros, metido en nuestras parroquias, grupos, asambleas y nuestros pastores: se ha relativizado la Fe. Nos comportamos como si el Cielo fuera un estado casi anímico, una disposición de la voluntad; el infierno lo anulamos porque ni siquiera lo vemos como una posibilidad indefectible del pecado mortal. ¿Qué estás haciendo con tu fe? ¡Despierta!
Proclamar un Cristo vivo no consiste en ser optimista y olvidar el pesimismo, sino en vivir como bautizado. Hablar de Jesucristo implica hablar del demonio, del infierno, de los pecados, de los vicios, como también de Dios, del cielo, de la Gracias, de las virtudes. No es que necesitamos andar asustados por lo que nos espera si pecamos, pero debemos ser conscientes del castigo por desobediencia.
Dios te ama, pero no anula tu libertad. Dentro de tu libertad tienes el alejarte de Él, y eso te lleva a asociarte a las tinieblas, a Satanás, a los demonios, al infierno. Lo triste de todo es que todo cristiano que vive en un estado anestesiado de negación de realidades escatológicas está asociándose por omisión a esas cosas malignas.
¡Despierta! ¿Qué estás haciendo con tu fe? ¡Despierta y deja que Jesucristo sea tu luz!