Hoy quizá me siento como un rechazado de Dios. Hace tanto que no le escucho, hace tanto que no veo una respuesta suya a mis oraciones. Me he enfriado, y mis oraciones personales se han convertido en repeticiones que me hacen dudar. Veo que puedo llevar mi vida sin ir a nada de la Iglesia y no pasa nada. Mis hermanos oran por mí y conmigo, y no veo nada nuevo.

El Señor hizo sentir así mismo a la mujer cananea. Él la ignoró, y hasta los discípulos le dijeron a Él que le concediera lo que ella pedía. Pero Él incluso dijo que no tenía que ver con ella. Sin embargo, ella, a diferencia de lo que estoy haciendo yo, no andaba resignada ni andaba dando lástima, sino que, con su fe firme, se postró ante Él y le pidió aunque fueran las migajas de Su Amor.

El Señor no te ignora, sino que quiere que pongas a prueba tu fe. El Señor no hace silencio porque esté ocupado, sino porque quiere que tengas tu esperanza puesta en Él. La grande fe de la mujer cananea logró que su hija fuera curada por Jesucristo. La grande fe que te pondrá a ti a partir de hoy a los pies del Señor es la que hará que escuches nuevamente a Dios en tu vida. Pidámosle con fe.