Tenemos un rey que es pastor, como lo fue David. Pero el mismo rey David dice que el Señor es su pastor. Es decir, nuestro concepto de Buen Pastor está muy por debajo de lo que el Señor Jesucristo es para nosotros: un pastor que carga la oveja herida, que alimenta la hambrienta, que sacia la sed de la sedienta, que corrige a la que se pierde. Tenemos un Rey que nos ama como Pastor.
Este Rey del universo no es un rey distante, sino cercano. Que se ensucia con nosotros para que podamos reconocer su voz. Y que se hace tan de nosotros al encarnarse, que quiere que nosotros también reinemos con Él pastoreando a nuestros hermanos. Él nos llama a ser pastores suyos, y que lo veamos a Él en todas nuestras hermanas ovejas que necesitan ser pastoreadas.
Al concluir este año litúrgico, pidámosle al Señor que nos haga tan conscientes del Pastor como el rey David, que tengamos la seguridad de Pablo de que la muerte será destruida, que ponga en nosotros la verdad de que el Señor cuida de su rebaño como lo dijo a Ezequiel. Y así permitiremos que Él reine en el mundo, porque reina en nosotros, porque, por nosotros, reina y pastorea a sus ovejitas más necesitadas.