Se ha ido físicamente el Señor a los cielos. Ha ascendido, y nos ha regalado todo. Pero no se va sin darnos indicaciones últimas: Él volverá a nosotros porque habrá otro Paráclito que hará que guardemos sus mandamientos. Estamos preparándonos para que el Espíritu Santo se nos regale. Pero la Ascensión no es sólo subir, sino que es reinar.

Lo que nuestra naturaleza había perdido con el pecado vuelve ahora a recolocarse junto a Dios. Somos imagen y semejanza de Dios, y, por medio de nuestro Señor Jesucristo, podemos acceder al Amor del Padre. Toda duda se disipa cuando amamos al Señor. Podemos ser adoradores y tener dudas, pero el Señor se acerca al que le busca y le habla directamente al corazón.

Él te dice que tiene todo poder sobre el cielo y la tierra, y por ese mismo poder te envía a hacer discípulos con tu testimonio. Te dice que bautices a quienes te rodean (es inconcebible que un cristiano diga que debe esperar para que sus hijos decidan si quieren ser bautizados si el mundo no espera para meterle antivalores en la cabeza por medio de la televisión, la radio y las redes sociales), y que les enseñes a guardar el mandamiento del Amor. Al final, cuando hayas hecho esto, podrás reinar con Cristo, y Cristo reinará en ti.