Si yo te contrato para que me representes en una reunión. Te doy dinero para que compres la mejor ropa, para que comas bien, para que hagas una buena presentación, pero, en lugar de eso, malgastas el dinero y haces una pésima representación mía en la reunión, ¿cómo crees que me sentiré? Imagina, pues, cómo se sentirá Dios cuando, habiéndotelo dado todo, lo usas mal y lo haces quedar como un mentiroso.

Ese comportamiento lo llevamos a cabo cuando queremos ir a la capilla a rezar un poco, y de camino maldecimos a los peatones, a los conductores, ignoramos a nuestros hijos, somos irresponsables con las tareas de la casa. El principal mandamiento de todos es Amar a Dios, pero sólo es posible amarlo por medio de los que nos rodean. Si no es así, ¿para qué ha querido Dios que existamos en comunidad?

Nosotros somos los representantes de Dios en la tierra. Mucha gente querrá conocer a Dios por el testimonio que los cristianos damos. Si maltratas al inmigrante, si te olvidas de los ancianos y enfermos, si no visitas a los abandonados, ¿qué podrá sentir Dios hacia ti? Pidámosle a Él que nos llene de todo su Santo Amor para que sepamos amar sin medida a los demás así como él nos ha amado a nosotros.