La semana pasada el Señor nos hablaba de las semejanzas del Reino de los Cielos con cosas pequeñas. Hoy nos habla de las cosas que pudieran parecer importantes: un tesoro encontrado, una perla valiosa hallada, y una red de pesca llena de pescados. Estas tres imágenes nos hablan de cosas que todos nosotros anhelamos, que si nos sucedieran haríamos lo mismo que los personajes de la parábola: dejaríamos todo por esto hallado.
Las cosas de Dios ameritan que nos comportemos así. No es justo que, siendo Dios lo más grande de todo el Universo, le demos a Él el tiempo que nos sobra. No es propio de alguien que dice amar a Dios buscarlo solamente cuando andamos por dificultades. Si Dios es verdaderamente el rey del universo y de nuestras vidas, ¿no merece que vendamos todo lo que tenemos con tal de ganar todo Su Amor?
Muchos de nosotros somos incoherentes, y hacemos que Dios sea un mentiroso cuando nos comportamos como Él no lo desea. Por ello lo ángeles separarán al final los justos de los malos, y los primeros se irán con Dios porque le amaron de verdad, y los segundos se irán en el horno de fuego eterno porque en su vida demostraron que no amaban a Dios y que no querían estar con Él. Pidamos a Dios que seamos de los primeros