Dios sea nuestra alegría. Dios sea nuestra razón de ser. Que, por la intercesión de san Pedro Crisólogo, seamos verdaderos maestros de fe en el mundo en el que vivimos.

Ha concluido la Jornada Mundial de la Juventud, y nosotros seguimos reflexionando con el Concilio Vaticano II. Este Año de la Fe ha dado frutos grandes, ¿pero alguno de ellos ha sido en tu vida? ¿O sigues igual, ignorando la Fe, inventando cosas? “Todo aquello con que el hombre afina o desarrolla, en formas variadísimas, las facultades de su espíritu y de su cuerpo” es la cultura, afirma la Constitución pastoral Gaudium et Spes (op. cit. 53). ¿Evangelizas la cultura? ¿O prefieres vivir aislado de los compromisos sociales y te involucras sólo en lo religioso?

Estamos en el siglo XXI, el siglo de las culturas “universales”, es decir, el siglo de los cambios de paradigmas y hay culturas de masas (cf. GS 54). Ha nacido “un nuevo humanismo, en el que el hombre se define por su sentido de responsabilidad hacia sus hermanos y hacia la historia” (GS 55). Esto no es mentira: vemos grandes compromisos sociales de mucha gente, muchos grupos que defienden ideologías y posturas… Sin embargo, ¿está esto tomando en cuenta al ser humano? (cf. GS 56). ¿Estamos nosotros considerando al ser humano en medio de toda esta lucha? ¿O hemos ideologizado el Evangelio, como ya advirtió el papa Francisco en la JMJ (Encuentro con el comité de coordinación del CELAM en el centro de estudios Sumaré, Río de Janeiro, 28 de julio de 2013)?

Somos los cristianos los que debemos asumir los retos del mundo, porque somos nosotros los que tenemos la Revelación de Dios sobre la esencia del ser humano. Un cristiano no puede quedarse sólo en lo religioso, tiene que “hacer líos” (haciendo referencia al discurso del papa Francisco en el encuentro con los jóvenes argentinos en la Catedral de San Sebastián, Río de Janeiro, 25 de julio de 2013), tiene que asumir lo cultural. Buscar de Dios “en nada disminuye, antes bien acrecienta, la importancia de la obligación que les incumbe de trabajar con los demás hombres en una construcción más humana del mundo” (GS 57). Es que la ciencia no es un absoluto, y no podemos permitirnos que el ser humano reduzca su cosmovisión sólo a la ciencia (ibíd.).

La cultura es propia del ser humano, por lo tanto se conecta con Jesucristo (cf. GS 58), y no puede ser sólo política o economía (cf. GS 59). Hemos dejado que el mundo sea regido por factores políticos y económicos por andar mirando sólo al cielo. El Amor verdadero es el del signo de la Cruz: un stipes, una parte vertical, que habla del Amor a Dios; y un patibulum, una parte horizontal, que habla del amor a los hermanos. Solemos olvidar a los hermanos y creemos que con darles moneditas hemos resuelto sus problemas, sin darnos cuentas que es un acto egoísta de cumplimiento. El que ama no sólo da el pescado, sino que enseña a pescar. Hay que dar una cultura básica a los que nos rodean para que sepan defender su dignidad (cf. GS 60).

¿Cómo se propicia esta cultura básica? Educando de manera integral en valores, empezando en las familias (cf. GS 61). Pero no es aislar a las familias, sino darles lo necesario para que puedan defender el amor. Esto no se logra con grandes teorías teológicas, sino sabiendo expresar la fe en la realidad en la que se está (cf. GS 62). Aquello que solemos rechazar como parte del conocimiento humano por estar metidos en un fundamentalismo teológico es lo que la gente necesita escuchar para convencerse. No hay que rechazar la física, ni la química, ni las matemáticas, ni la geografía, ni la sociología, ni la gramática… Todo debemos conocerlo para encontrar a Cristo en toda verdad. Si rechazas ese conocimiento, ¿en qué te diferencias de aquel que quiere poner la ciencia como su absoluto? En nada.

Abracemos todo conocimiento, toda cultura. Seamos parte de los que ayudan a todos, no de los que creen que ayudan con una prédica meramente religiosa. La verdadera religión une al ser humano con Dios, y no saca al ser humano de su realidad, sino que hace que Dios se encuentre con el hombre en su cotidianeidad. Vamos. Hagamos discípulos. Seamos testigos. Amemos a Dios y a los demás. Diría el santo que celebramos hoy: “Hay que hablar al pueblo con el lenguaje del pueblo”.