Que Dios nos conceda la sabiduría para que podamos ser auténticos evangelizadores con humildad y prudencia, y así, por la intercesión de santa Teresa de Jesús, podamos defender nuestra fe en el Amor que Dios nos ha dado. Que este sea un día lleno de bendiciones.
El Ecumenismo no es cuestión de eliminar de nuestras bocas aquello que nos separa, sino que, como hemos visto, es un asunto delicado. Siguiendo la reflexión con el Decreto Unitatis Redintegratio del Concilio Vaticano II, podemos ver con quiénes es que la Iglesia mantiene el diálogo ecuménico y cuáles son los puntos de diálogo.
Las iglesias y todas las comunidades eclesiales de oriente que se han separado de la sede Apostólica de Roma son muy ricas en muchas cosas. Para tener diálogos con ellas la Iglesia ha de tener en cuenta la realidad existente antes de la división (cf. UR 14), y debe reconocer la riqueza litúrgica, la exaltación de la Virgen María, y el origen del monaquismo que esas iglesias nos han dado (cf. UR 15), además de la ordenación que tienen con respecto de su jerarquía (cf. UR 16). Las fórmulas teológicas entre ellas y nosotros no se oponen, sino que se completan entre sí y se perfeccionan (cf. UR 17), por lo que el Concilio entiende que no debe imponérseles más cargas que las necesarias para que pueda haber diálogos fructíferos (cf. UR 18).
A diferencia de las iglesias orientales separadas, las occidentales proporcionan una mayor dificultad en la interpretación teológica, ya que no hay acuerdo en muchas cosas entre ellas mismas (cf. UR 19). Dentro de esta dificultad, las iglesias que reconocen a Cristo como Señor, Mediador e Hijo del Padre tienen mayor posibilidad de la unión, puesto que quien tiende a Cristo debe tender a todo lo demás que eso trae: amor a María, amor a la Iglesia… (cf. UR 20). La Sagrada Escritura es un instrumento para el diálogo (cf. UR 21); los sacramentos deben ser objeto de diálogo (cf. UR 22); la vida moral debe ser motivo de diálogo (cf. UR 23).
Habiendo mayor afinidad de las iglesias orientales separadas con nosotros en lugar de las iglesias de occidente con nosotros es muy curioso ver cómo mucha de la influencia que reciben muchos católicos no formados en su fe sea de las reformas protestantes o de las radicales. El enemigo nunca pierde tiempo para dividir, porque “los hijos de las tinieblas son más astutos con el trato a los demás que los hijos de la luz” (Lc. 16, 8b). Abramos los ojos, porque esto del ecumenismo es algo que le compete a la Iglesia, pero no debe estar haciéndose con ligereza ni con imprudencia.
El luteranismo (con aquello de sólo la Escritura), el calvinismo (con aquello de eliminar los sacramentos), el congregacionalismo (con la autoridad local como la verdadera autoridad eclesial), el puritanismo (con esto de la predestinación y la eliminación de lo que distrajera de la fe), los cuáqueros (con esto de la palabra interior del Espíritu Santo y eliminar todo lo exterior), el presbiterianismo (con la unión entre laicos y pastores como gobierno eclesial), los anabaptistas (que no aceptan el bautismo de niños) son unas cuantas de las iglesias de occidente con las que hay diálogo. Las sectas de nuestros países latinoamericanos son una mezcla peculiar de cada uno de éstos.
¿Cómo puede haber diálogo con aquellos que no tienen una doctrina definida? Ahí reside nuestra responsabilidad. En lugar de querer omitir los temas de los sacramentos, o de la mariología, o de la jerarquía eclesial, debemos enfocarnos más en que ellos busquen su propia unidad. Al buscar entre ellos la unidad, tendrán que tener una uniformidad mayor en su doctrina y, por lo tanto, luego será más fácil el diálogo.
No pongamos obstáculos a la Providencia Divina, sino que propiciemos que las bendiciones de Dios lleguen, pero nunca con la mentira (como la omisión de la verdad), sino con la verdad tolerada desde el Amor. El celo imprudente es malo, porque es un celo deformado; la ligereza es mala, porque es una deformación de la paz. Estudiemos, formémonos, y amémonos de verdad, para que pueda venir la unidad y triunfe la Verdad en la Caridad.