Que Dios Misericordioso nos muestre, por Su Amor, las Bondades de Su Creación, para que, por la intercesión de santa Marta, aprendamos a amarlas y, amándolas, nos amemos unos a otros y así amemos a Dios.
Ayer tuve la oportunidad de ver una película reciente sobre el lejano oeste. Muchas personas morían en ella, y no era para menos, pues, como decía el protagonista, todo el lejano oeste es motivo de muerte: enfermedades, animales, gente. Sin embargo, escena que logró que todos los que la vimos nos asustáramos y dijéramos “¡Ay, no!” fue en la que el villano logra que la damisela confiese algo apuntándole con un arma a su perro.
Hoy, navegando en la red, y actualizándome en las redes sociales, descubro un video que dice que el que lo ve restaura su fe en la humanidad. Muy lindo el video; montones de personas ayudando a perros, ovejas, patitos, oseznos… y un último en el que se ve un hombre que detiene su carro en medio de la calle para ayudar a levantar a un minusválido con muletas que se había caído cruzándola. Todas las escenas tenían una descripción al pie del video, excepto esa última.
Se ve que estamos tan deshumanizados que lo que consideramos más importante es la vida de algún animal, pero a las personas que nos rodean las consideramos peores que animales. Nos hemos deshumanizado tanto que ayudar a alguna persona a subir las bolsas de alguna compra a su apartamento es algo excepcional y no algo ordinario. Me parece curioso que, en la liturgia, durante el tiempo ordinario es que Jesucristo hace los milagros, exorcismos y sanaciones, y suele dar los mejores discursos sobre la vida del verdadero hijo de Dios.
Hace unos seis años recuerdo haber leído un escrito del filósofo Jürgen Moltmann, con quien no comparto la totalidad de su pensamiento, pero de quien sí me llamó la atención un concepto suyo. Él hablaba de que los seres humanos nos comportamos más como homínidos que como humano. Es cierto que en la taxonomía somos Homo sapiens (y aún más que eso), pero eso sólo abarca los conceptos biológicos. Este filósofo hablaba de que deberíamos llegar a ser Homo humanus, que sería el ser humano formado en espíritu y que es éticamente cultivado. En este sentido, diría san Pablo que somos Homo pneumaikon.
Ayer se cumplieron 100 años de haber iniciado la primera guerra mundial. Luego de eso hubo una guerra fría básicamente entre los capitalistas y los comunistas. Luego llega la segunda guerra mundial. ¿Y ahora qué pasa? Es lindo ver un soldado de las guerras de ahora dándole leche a un gatito abandonado, pero, ¿no sería más coherente con nuestra humanidad la preservación de nuestra especie? Tantos niños muertos. Tantas personas despedazadas. Tantos hogares, corazones y espíritus destrozados. No es cierto que son sólo guerras de religión… En el fondo (y no demasiado), son guerras de poder.
La vida humana es sagrada nos dice el magisterio de la Iglesia. Tan pronto entendamos que el ser humano debe ser compasivo consigo mismo, empezaremos a cambiar. No sólo los nazarenos (cristianos) de Iraq debemos defender porque, mal o bien, los cristianos tienen esperanza en Cristo; debemos defender a todos, en especial, a los que menos conocen del Señor. Abrámonos a la vida misma, defendamos la humanidad de sí misma, demos un testimonio coherente de fe, y amémonos unos a otros como Dios nos ha amado primero.