El Señor Jesucristo utiliza parábolas para enseñarnos realidades que van más allá de nuestras capacidades mentales. Nos habla del Reino por medio de una semilla o un tesoro, nos habla del amor al prójimo por medio de un rechazado, nos habla del más allá por medio de un pobre y un rico. Sin embargo, hoy no nos habla en parábolas. Él es directo y contundente en lo que dice: hay que comer y beber su Cuerpo y su Sangre para salvarse.
Se nota que es tan clara su manera de expresarse que los judíos se preguntan cómo podría darles de comer de su cuerpo. Sin embargo, nosotros sabemos que instituye el Sacramento de la Eucaristía por pura Misericordia, ya que ocurre el mismo milagro de la Encarnación: “Verbum caro factum est” (El Verbo de Dios se hizo carne) dice san Juan, y nosotros decimos con toda la Iglesia “Verbum panis factum est” (El Verbo de Dios se hizo pan).
Acerquémonos con inmensa devoción a esta gran oportunidad de que Cristo habite en nosotros. ÉL se hace uno contigo y tú uno con Él cuando lo comulgas. Pero comulgarlo en la gracia de haber confesado nuestros pecados es lo que desea Dios. Así haremos que nuestro Jesucristo reine en nuestras vidas, y, por ello, en el mundo.