Este día tan importante sea lleno de la Gloria de Dios. Que Dios, rico en Bondad, nos muestre Su Amor para que, por la intercesión de todos los ángeles y todos los santos, de manera especial santa María, reina de los Apóstoles, san Pedro y todos y cada uno de los santos papas, pueda ser electo un papa que agrade a Dios por su santidad de vida y se dedique a la verdadera práctica de la caridad pastoral.
Vengan a ver las obras del Señor, las maravillas que hace en la tierra” (Sal. 45, 9), que permanece con nosotros a través del sacramento de santidad que es la Iglesia. No podemos dejar pasar esto por alto: la Iglesia recibe ataques porque la Iglesia es el signo que ha dejado nuestro Señor para que todos los hombres y mujeres del mundo conozcan la Verdad… y la Verdad incomoda a los acomodados. Pero, ¿qué hace la Iglesia en este momento tan decisivo? Justo sobre eso reflexionaremos.

Ni buscar razones para emitir opiniones venenosas o inflamatorias ni ocultarse baja una manta de silencio y vergüenza son las misiones nuestras. Nos diría el primer hacedor de puentes (pontifex, pontífice): “Estén siempre dispuestos a defenderse delante de cualquiera que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen. Pero háganlo con suavidad y respeto, y con tranquilidad de conciencia” (1 Pe. 3, 15b-16). Hay que estar dispuestos a dar razón de lo que creemos a cualquiera que nos lo pida, no salir a acribillar con frases hirientes a quienes sabemos que se herirán.
La coherencia entre lo profesado y lo vivido es algo que caracteriza a los verdaderos cristianos. Ya nos recordaría Tertuliano que la gente miraba con envidia a los primeros cristianos y decían: “¡Miren cómo se aman!”. Sólo lo lógico puede ser, ya que nuestro Señor Jesucristo había afirmado: “En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: n el amor que se tengan los unos a los otros” (Jn. 13,35). ¿Pero qué tiene que ver esto con un laico como tú y como yo? Pues debemos presentar una coherencia, iniciando con la obediencia y la humildad, que haga que los demás quieran conocer a Jesucristo por el Amor de Dios, no por la imposición de ideologías.
En este tiempo tan importante, el del cónclave, humildes y obedientes oramos, pero igual nos formamos y seguimos con criterio las coberturas de prensa y reportajes, para luego no andar ignorantes e indefensos ante los comentarios hirientes de los demás, esto sin llegar al otro extremo de herir a los demás por su ignorancia en cuestiones eclesiales. No puedes considerarte un experto en eclesiología si nunca has leído ni siquiera los documentos del Concilio Vaticano II con los que hemos venido reflexionando. ¿Eres capaz de responder a inquietudes sobre el sacerdocio femenino, anticoncepción, celibato sacerdotal, organización jerárquica de la Iglesia, ecumenismo, formación católica…? Hablas de un ecumenismo falso, hablas de una formación relativa, hablas de un celibato opcional, hablas de una jerarquía circular… ¿¡Cómo, pues, aparecerá la Iglesia coherente ante el mundo cuando tú no te preocupas por dar razón de tu fe!?
Ya ha iniciado el cónclave. Ya han procurado los cardenales el auxilio de Dios de la mejor manera posible: la verdadera acción de gracias, la Eucaristía. ¿Ha iniciado tu oración “pro eligendo romano pontífice”? Vamos. Apoyemos la acción del Espíritu Santo en la Iglesia. Es el cónclave para elegir al sucesor de Benedicto XVI el sucesor 265º de san Pedro, el representante 266º de Jesucristo en la tierra. No es cualquiera cosa; es el responsable de que todos los hombres y mujeres del mundo quieran salvarse. Oremos por nuestros pastores y por nuestro ya próximo pontífice.