Buen día, hermanos y hermanas en el Señor. Pidamos a Dios, que ha venido a restablecer la naturaleza caída nuestra por el misterio de la Encarnación que pronto celebramos, que nos haga capaces de comprender tan grande misterio para que, por la intercesión de santo Domino de Silos, encontremos la Verdad refulgente en Su hijo, nuestro Señor Jesucristo.
En una ocasión, una pareja de esposos se dirigieron a un orfanato en búsqueda de un niño que pudiera completarles el deseo de la procreación, ya que ellos no podían procrear por sus medios. Sus cuerpos no contribuían a acto de la procreación y Dios permitió que pudieran conocer un hermoso niño en aquel orfanato. Iban y quedaban prendados de aquella criatura, que los trataba como si ellos fueran sus padres. Luego de mucho papeleo, decidieron adoptarlo, pero hubo un pequeño inconveniente: no sabían la fecha de nacimiento del niño. Para unos padres amorosos, eso no es problema; buscaron la fecha de ingreso del niño al orfanato, le hicieron pruebas médicas, y decidieron ponerle el 13 de abril como fecha de su cumpleaños. Hoy el niño tiene 14 años y se celebra el milagro de su vida todos los 13 de abril.
Para unos verdaderos cristianos que aman al Señor no es inconveniente alguno celebrar Su natalicio en este mundo el 25 de diciembre. No había manera de saber que Jesucristo naciera en tal o cual fecha, porque el sistema de numeración del año era distinto. Se tiene documentación de que, hacia el año 221 ya se celebraba la Navidad del Señor el 25 de diciembre. Aquellos que afirman que la fecha del 25 de diciembre ha sido una sustitución de una fiesta pagana del “dies natalis Solis invicti” (el día del nacimiento del sol invicto, una fiesta pagana) no han leído lo suficiente; esta celebración pagana empezó a realizarse en el año 274, es decir, más de cincuenta años más tarde. ¿De dónde ha surgido, pues, la fecha del 25 de diciembre? Al revelarse Jesucristo como el principio y el fin, quiso asociarse la muerte con el nacimiento, y se atribuyó Su concepción hacia el 25 de marzo, fecha en la que se calculó la Pasión y la Muerte. Si Su concepción fue el 25 de marzo, nueve meses más tarde sería su Nacimiento, es decir, el 25 de diciembre. En las Iglesias orientales se calculó la Muerte el día 6 de abril, por lo que el 6 de enero sería su Nacimiento. Por todo esto, el tiempo de Navidad es desde el 25 de diciembre hasta el 6 de enero.
Ya sabemos esto, ¿y entonces? Supiéramos o no supiéramos el día en el que nació, fuera el 25 de diciembre o no, ¿de qué vale saberlo o no? ¿No vale más el Misterio de Dios que se hace hombre y que padece todo lo nuestro, menos el pecado? Como en la historia de los padres que adoptaron el niño, ¿sólo porque los padres no conocen la fecha de nacimiento de su hijo no le celebrarán la fiesta de la alegría de haber venido? El verdadero gozo del cristiano no radica en el nacimiento del Salvador, sino en el nacimiento que hizo posible que padeciera, muriera y resucitara por nosotros. “Si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación y también la fe de ustedes” (1 Co. 15, 14). ¿De qué vale, pues, ver el Nacimiento del Salvador si no hemos contemplado Su Pasión, Muerte y Resurrección? El nacimiento de Jesucristo nos invita a ver Su muerte. La navidad no tendría razón de ser si el Redentor del mundo no hubiera muerto por Amor y no hubiera resucitado.
Ya el Salvador ha nacido históricamente, pero la Iglesia nos permite prepararnos ahora para Su nacimiento en la fe para cada uno de nosotros, y para Su segunda venida, la cual será llena de Gloria y no para salvarnos, sino para juzgarnos. La manera cristiana de vivir la Navidad es contemplando con gozo la Pasión del Señor y con temor de Dios el Nacimiento Suyo. De los cuatro evangelios, sólo dos relatan el nacimiento del Señor: Mateo, que es sumamente breve en exponer este Misterio (cf. Mt. 1, 18 – 2, 23), y Lucas, que toma los dos primeros capítulos para presentar la imagen que conocemos del pesebre. Esto quiere decir que, de los cuatro evangelios, dos hablan de esto, y de estos dos, menos de una décima parte le confiere importancia al Nacimiento; además, ningún cristiano de verdad separa el Nacimiento de nuestro Salvador de la Pasión y Muerte suya. ¿Por qué habrías de hacerlo tú?