Que hoy sea un día lleno de gracia, que marque nuestra semana hasta tal punto que podamos incluirlo en un día en el que vimos realmente al Señor en nuestras vidas. Pidámosle juntos a Dios, que es quien conoce nuestras necesidades, que nos enseñe a amarlo verdaderamente de todo corazón, para que, por la intercesión de san Juan Crisóstomo, seamos capaces de conocerlo aún más y de darlo a conocer a todos los que nos rodean tal cual se nos revela en la fe de la Iglesia.
Llegando ya a la cuarta entrega de esta serie de reflexiones sobre ciertos puntos controversiales que pueden traer confusión sobre la Renovación Carismática, nos hemos dado cuenta, a partir de algunas retroalimentaciones, de que hay personas que no han comprendido el mensaje que queremos llevar. En ningún momento ha habido críticas hacia la Renovación Carismática, sino hacia muchos que tienen un estilo de vida carismático pero que no se llevan de lo que el Espíritu Santo ha inspirado realmente en todos los hombres y mujeres que ha puesto en la cabeza de este precioso don de la Iglesia. Sólo hay que leer cuidadosamente y objetivamente sin apasionamientos, por ejemplo, los documentos de Malinas, que han sido una especie de estatutos de la Renovación, considerando que de ninguna manera plantean ser definitivos. De todos modos, todos ellos quieren hacer énfasis en el equilibrio justo entre la fe integral y las maneras en que puede manifestarse Dios en nuestra historia. No es sólo razonamiento e intelectualidad, ni tampoco es sólo sentimientos y emociones. Para evitar juicios infundados de posibles lectores, haré referencias a los documentos de Malinas, que han contado con la corrección de grandes teólogos como Walter Kasper, Yves Congar y Joseph Ratzinger.

Habiendo aclarado esto, quiero que hoy reflexionemos sobre ciertas manifestaciones que pueden traer escándalos entre los nuevos en las comunidades: la manera en que tratamos las manifestaciones del maligno. Lo primero que debemos saber es que Satanás sí existe, al igual que los demonios que le acompañan en su labor de hacer que los hijos de Dios se alejen de Él. Considerar que no existe el demonio, sino sólo cosas malas o personas malas es negar la fe en Jesucristo, la fe de la Iglesia. Los demonios pueden atormentar a cualquiera persona que haya incurrido en alguna práctica que facilite su entrada en la vida de la persona, o a cualquiera persona que Dios permita que la atormenten. Pero siempre ha habido algo claro en la Iglesia: aunque la experiencia demoníaca es real, no debe nunca precipitarse uno a considerar a toda persona que se comporte extraño o que refiera algo extraño como un poseído. Es más, la Iglesia insta a las personas, de manera especial a los que se dedican al ministerio de liberación y exorcismos, a indagar sobre la vida de la persona afectada y referirla a especialistas de la conducta y del comportamiento antes de considerarlos como poseídos.
Pero lo que consideramos ahora no es si alguien esté poseído o no o cómo saberlo, sino el manejo que le damos a las situaciones que pudieran parecer malignas en nuestros grupos y comunidades. Dice el documento 1 de Malinas que “es preciso evitar una preocupación excesiva en relación con lo demoníaco y una práctica irreflexiva del ministerio de la liberación” ya que eso perjudicaría la acción pastoral, tanto en el sentido de la persona encargada del ministerio, como de quien recibiría la liberación, como de los posibles testigos e involucrados. Cuando tenemos personas con ciertas manifestaciones “demoníacas” en los grupos, se debe dejar que alguien capacitado sea quien maneje la situación, quien, por supuesto, sacará a la persona del lugar y la llevará aparte. Cuando uno se pone a orar más fuerte, a interceder, a utilizar signos (crucifijos, rosarios, agua bendita…) pensando que ayudará, puede ser que degenere en una especie de espectáculo o, peor, si hay una manifestación demoníaca real, puede haber consecuencias peores con quien no está preparado.
Solemos ver que, aunque hay mucho respeto ante este tipo de situaciones, hay personas que buscan “ayudar” y sobresalir. Ya diría san Pablo que los carismas están al servicio de la comunidad, y es para crecimiento de la comunidad. Si sólo exacerba las emociones y no busca formar y educar a las personas, una liberación no debe nunca realizarse ante los demás. Además, hay que ser cuidadosos y tener buen discernimiento, puesto que la liberación no debe nunca buscar anular la Voluntad de Dios… ¿Y si es Voluntad suya que una persona padezca o sufra como asociación a los padecimientos de Jesucristo? Nuevamente, las manifestaciones buenas o malas deben edificar la asamblea, y la misma debe ser educada ante estos signos. El ser humano es integral, y, por lo tanto, integral debe ser la fe que tiene: emociones, intelecto, alma y cuerpo.