Que la Paz de nuestro Señor Jesucristo quede siempre con nosotros. Que Dios Padre siga guiándonos con Su Espíritu por las sendas de la Verdad, para que, por la intercesión de santa Bernardita Soubirous, podamos amar más la Iglesia y proclamar la Fe en un Cristo Resucitado que nos hace uno en Él.
¡Cuántos preferimos asistir a un retiro o una convivencia en lugar de la santa Misa! ¡Cuántos establecemos actividades personales y comunitarias a la misma hora de la celebración eucarística! ¡Cuántos nos atrevemos a afirmar que el Señor dejó la Eucaristía como un símbolo de unidad! El Sacrosanto Misterio de la Eucaristía es único, y sobre esto reflexionaremos hoy con el capítulo II de la Constitución Dogmática Sacrosanctum Concilium del Concilio Vaticano II.
Creemos que Jesucristo, en la noche del Jueves Santo, instituye el sacrificio eucarístico de Su Cuerpo y Sangre, para que el sacrificio de la cruz se perpetuara hasta su vuelta gloriosa. La Eucaristía es, pues, “sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad, banquete pascual, en el cual se come a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria venidera” (SC 47). Como no es una mera reunión social, debemos procurar no asistir como extraños y mudos espectadores, sino que debemos procurar entender los ritos y las oraciones para participar consciente, piadosa y activamente y así perfeccionarnos en Cristo (cf. n. 48).
¡Ay, pero cuántas veces llegamos a la Eucaristía tarde, sin percatarnos que la impuntualidad es un irrespeto a los demás y ante la justicia divina! ¡Ay de nosotros los que buscamos organizar nuestras vidas en torno a una comunidad que no busca de la Eucaristía! ¡Ay de los que buscan las cosas de Dios y no a Cristo mismo presente en la Eucaristía! Los Domingos y las fiestas de preceptos son días en los que no podemos faltar a la Eucaristía. ¿Por qué lo hacemos? ¿Por un viaje familiar? Habiendo tantos horarios de celebración eucarística desde el sábado a las 4 de la tarde hasta el Domingo en la noche, ¿no vas a misa?
Los ritos se han simplificado (cf. n. 50), el misal está lleno de referencias bíblicas (cf. n. 51), las homilías nos explican la Palabra de Dios (cf. n. 52), participamos con respuestas y oraciones (cf. n. 53), y hasta se ha querido adaptar casi todos los textos a tu lengua natal —sin que toquemos el tema del daño que esto aplicado exageradamente le ha hecho a la liturgia— (cf. n. 54)… ¿Qué más deseas? ¿Prefieres una oración con los ojos cerrados y que alguno la dirija? ¿No sucede esto en la Eucaristía?… Con razón tantos católicos se pierden. Dirían los obispos latinoamericanos en el Documento de Aparecida: “muchas veces, la gente sincera que sale de nuestra Iglesia no lo hace por lo que los grupos ‘no-católicos’ creen, sino, fundamentalmente, por lo que ellos viven” (n. 225).
¿Está Jesucristo realmente presente en la Eucaristía? Parece mentira, porque tu fe comunitaria no busca ni tan siquiera acompañar a Cristo en el sagrario antes de la asamblea comunitaria tuya. Si de verdad creyeras que Cristo está en la Eucaristía, nada se antepondría a la celebración Eucarística. Está verdaderamente presente Cristo en la Eucaristía, aunque no quieras creerlo, y eso a Él le duele, a Su Cuerpo, que es la Iglesia, le duele. Hay signos por montones, como la comunión, que es el culmen de la participación eucarística (cf. SC 55), la unidad entre Liturgia de la Palabra y Liturgia Eucarística (cf. n. 56) y hasta la concelebración de obispos y sacerdotes (cf. nn. 57-58). ¿Qué necesitas? ¿Que Cristo te hale por las orejas para estar con Él? Él no lo hace, porque respeta la libertad que Dios te ha dado.
Tenemos hermanos que quieren creer en lo que quieran porque tú, con tu mal ejemplo, no les has enseñado a amar el centro de la vida cristiana: la santa Eucaristía. Establece los temas, las prédicas y las catequesis de tus grupos y comunidades conforme a la Liturgia, explícales a tus hermanos y analiza con ellos lo que plantea el Evangelio del Domingo próximo, muéstrales que la comunión es fundamental para vivir hacia la Vida Eterna. No te hagas cómplice en el silencio de lo que tantos han hecho en ignorancia. Vive el Sacrosanto Misterio de la Eucaristía como lo que es: tu vida misma ofrecida en el Sacrificio de Cristo.