Que Dios sea nuestra seguridad, y que el nacimiento de Su Hijo, nuestro Señor, sea nuestra Alegría constante. Que podamos ser testigos del Amor de Dios para los demás, y que, por la intercesión de san Silvestre I, lleguemos a ser aquello que tanto predicamos.
Se acaba el año civil, y todos tenemos una costumbre de revisar el año que termina y proponernos metas para el que pronto inicia. Compramos la mejor ropa para esta noche, preparamos la mejor cena, bailamos la mejor música, damos gracias a la gente que hizo nuestro 2013 más llevadero y buscamos eliminar tristezas con nuevas propuestas. ¿Hacemos esto mismo con nuestra Fe?

Hoy recordamos a san Silvestre I, el trigésimo tercer papa de la Iglesia. Presenció el último período de la persecución cristiana, y su pontificado surge un año después del conocido Edicto de Milán. Fue quien construyó la antigua basílica de San Pedro y convocó el Concilio de Nicea en el año 325. Este concilio es sumamente importante, ya que en él se define la doble naturaleza de Jesucristo como un dogma de fe.
Este personaje de Fe ha hecho, con la ayuda de Dios, que todos nosotros, más de 1,600 años después, tengamos una defensa de la Fe frente a aquellos que han querido relativizar la Verdad. Así mismo ha podido suceder en sólo este año que acaba: muchos logros en la Fe, gracias al Año de la Fe; muchas conversiones y acercamientos, gracias al nuevo pontificado del papa Francisco; muchos católicos enamorándose de lo suyo, gracias a la apertura de este Papa.
Pero, ¿realmente han sido logros tuyos? ¿O acaso sólo vives la psicología social en boga de ensalzar a uno —el Santo Padre Francisco— para desdeñar los anteriores y declarar una “primavera” falsa en las mentes de todos, deificando en los medios al primero y satanizando a los segundos? ¿Realmente has tenido logros en este año que concluye?
Una luz brilla en las tinieblas (cf. Jn. 1, 5a), y lo hace por medio de tu vida. Este cambio de año en el calendario no sirve para tu Salvación, a menos que lo tomes como un hito para ser distinto. Es decir, una “nochevieja” celebrada sin Jesucristo, no lleva a nada más que emociones y sensaciones; sin embargo, una “nochevieja” vivida en su contexto, el tiempo de Navidad, logra que tus sentidos se despierten y asuman al verdadero cambio y al verdadero logro y a la verdadera meta: Jesucristo, el Señor.
Siendo Jesucristo la Palabra, y siendo la Palabra la luz verdadera que viene a este mundo a iluminar a todos los seres humanos (cf. Jn. 1, 9), y siendo que la Palabra de Dios habita en ti, ¿cómo puede la Palabra ser Palabra si no se oye o si no se ve? Tú eres las manos, los pies y los labios de Dios, no porque Dios no pueda hacer, sino porque, como hizo con los discípulos al decirles “denles de comer ustedes mismos” (cf. Lc. 9, 12-17), quiere que tú seas parte del plan de Salvación.
Dios, que te creó sin ti, no puede salvarte sin ti” nos enseña san Agustín. Tú eres parte hermosa del plan de Salvación para ti y para los demás. Tú puedes ser la Verdad de Jesucristo manifestándose al mundo, pero la del Jesucristo que se queda en la Iglesia, que instituye los sacramentos, que confiere el perdón sacramental de los pecados, que ha permitido la sucesión apostólica. No te cierres a la posibilidad de ser motivo de salvación para todos, y así, lo que has sembrado y cosechado en el 2013, puedas ponerlo a producir en el 2014 y el resto de tu vida.
Siembra Fe y cosecharás Verdad. Siembra Esperanza y cosecharás Alegría. Siembra Amor y cosecharás Salvación. ¡Feliz año 2014!