Dios se regocija cuando Sus hijos le buscan, porque sabe que no pueden ser más felices que en Él. Pidamos a Dios, rico en Misericordia, que nos muestre Su Amor y Su Benevolencia, para que, siendo obedientes a Sus Mandatos, podamos alcanzar la Misericordia Eterna en Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
No son pocas las ocasiones en las que solemos esperar ser correspondidos en nuestros actos y en nuestras palabras. Estamos tan necesitados de tantas cosas que casi inconscientemente hacemos que el otro nos dé lo que necesitamos, o lo que creemos necesitar. Sucede, por ejemplo, con la alegría que mostramos y las felicitaciones que seguimos dándonos en esta semana; hay quienes se acercan no por felicitarnos, sino por sentirse parte de un todo, de un grupo o, quizá, para sentir un abrazo o un gesto afectivo. Si eres de los que buscas eso, no te diré que estás mal, porque son necesidades que deben ser suplidas y maduradas, pero sí te diré que lo estás haciendo de manera equivocada.
El Señor, siendo el médico por excelencia, dijo que no había venido a llamar a los justos que están sanos, sino a los pecadores que están enfermos (cf. Lc. 5, 31-32), y la mayor enfermedad de este siglo es la carencia de Amor, carencia debida al relativismo en todo. Los padres se ausentan porque deben conseguir el sustento propio y de sus hijos, los hijos crecen con los valores de los medios de comunicación, los medios de comunicación transmiten lo que necesitan para poder generar dinero, el dinero es lo que necesitan los padres para su sustento y el de sus hijos, y por ello se ausentan. Los verdaderos valores se ven desplazados y todo se relativiza, inclusive y sobretodo el Amor, ya que Dios está en todas partes y Él es Amor. Pues, a los enfermos por la carencia de Amor es que ha venido el Señor a buscar y es por quienes ha resucitado. Pero, mientras sigas buscando ese Amor en los hermanos, seguirás ahogándote poco a poco en el egoísmo, sin darte cuenta.
Vemos en el Evangelio que los discípulos habían salido a pescar (cf. Jn. 21, 1-14). Cuando Jesucristo resucitado se aparece en la orilla mientras ellos pescaban, Él les da tres mandatos: “tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán” (v. 6), “traigan algunos de los pescados que acaban de sacar” (v. 10) y “vengan a comer” (v. 12). ¿Qué nos dice eso a nosotros? Los apóstoles eran pescadores, pero Jesús los hizo pescadores de hombres (cf. Mt. 4, 19); desde esa clave podemos entender este texto. Tirar la red a la derecha de la barca es ir a los lugares donde las personas están dispuestas a escuchar una buena noticia, es decir, no es ir a lugares donde sabes que nadie te hará caso porque están en plena actividad consciente del pecado. Traer los pescados que se acaban de sacar es llevar a Jesús —no a ti mismo— a esas personas a quienes les has dado la buena noticia. Venir a comer es ir a recibir de manos de Jesucristo lo que Él ha preparado para ti por medio de esos hermanos.
Como ves, buscar afecto por necesidad no está mal de por sí. Lo que sí es incorrecto es querer buscar ese afecto olvidándote de Jesucristo. Él ha resucitado para que esos afectos desordenados tuyos también resuciten con Él. ¿Acaso no crees que antes de que pidas algo al Señor Él lo conoce (cf. Sal. 139, 4)? ¿O no crees que Dios da cosas buenas a Sus hijos cuando éstos le piden algo (cf. Mt. 7, 7-11)? Entonces, no te busques a ti mismo y no salgas a pescar para ti; ya el Señor tiene las brasas encendidas para que el pescado esté listo para cuando tengas hambre por mucho trabajar. Si no eres tú quien busca ese afecto, recuerda que hay hermanos que sí lo hacen y que tú no estás llamado a dárselo sin más, sino que, en ese caso, eres tú quien debe pescarlo a él o a ella y llevarlos a la orilla, a los pies del Señor Resucitado para que Él disponga lo que quiera con ellos.
La Resurrección de nuestro Señor va mucho más allá que el mero milagro físico, y es mucho más que la comprensión que puedas tener sobre el perdón de los pecados y la vida eterna. La Resurrección es el centro de la historia de la Salvación y es el final de todos los planes de Dios. Ya Dios no puede decir nada más porque todo lo ha dicho en la Resurrección de nuestro Señor, por ello es que, escudriñando en oración y en meditación los Misterios que celebramos en este tiempo, puedes encontrar la respuesta a todos tus problemas. ¿Falta de afecto? Jesucristo. ¿Problemas familiares? Jesucristo. ¿Dificultades económicas? Jesucristo. Miles de preguntas y una sola respuesta. Ahora, como sabes la respuesta, no preguntes más y sal a pescar, porque pescando por tus hermanos obtendrás sustento para ti mismo.